CONSEJO NACIONAL DE EDUCACION (Bs.As.)
CONTRATO DE MAESTRAS
AÑO 1923
'Este es un acuerdo entre la señorita............maestra, y el Consejo de Educacion y de la Escuela por el cual la señorita .................................acuerda impartir clases por un periodo de ocho meses a partir del......................de 1923.
La señorita acuerda:
1 - No casarse. Este contrato quedara automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa
2 - No andar en compañía de hombres.
3 - Estar en su casa entre las ocho de la tarde y las seis de la mañana, a menos que sea para atender una funcion escolar.
4 - No pasearse por las heladerías del centro de la ciudad
5 - No abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin el permiso del presidente del Consejo de Delegados.
6 - No fumar cigarrillos. Este contrato quedara automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra fumando.
7 - No beber cerveza, vino ni otras bebidas espirituosas. Este contrato quedara automáticamente anulado y sin efecto si se encontrara a la maestra bebiendo....
8 - No viajar en ningún coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre.
9 - No vestir ropas de colores brillantes.
10 - No teñirse el pelo.
11 - Usar al menos dos enaguas
12 - No usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos.
13 - Mantener limpia el aula.:
a) Barrer el suelo del aula al menos una vez al día.
b) Fregar el suelo del aula al menos una vez por semana con agua cliente y jabón.
c) Encender el fuego a las siete, de modo que la habitación esté caliente a las ocho
cuando lleguen los niños..
d) Limpiar la pizarra una vez al día.
l4 - No usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.
Fuente: 'La Revista del Consejo Nacional de la Mujer' Año 4, Nro. 12.
(marzo 1999. Buenos Aires.)
OBSERVAR EL ENCARGO SOCIAL QUE PESABA SOBRE LA MAESTRA EN 1923 Y RELACIONARLO CON LA DISCIPLINA, EL COMPORTAMIENTO EN EL AULA Y LA EDUCACIÓN EN VALORES.
martes, 8 de septiembre de 2009
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21 comentarios:
4ºA. Analía Barreiro, Laura Rivero, Betiana Rodríguez, Mariana Santarcieri, Ana Cecilia Vera.
Nos parece que, el encargo social que pesaba sobre las maestras en el año 1923 es muy distinto al actual. En él podemos ver exigencias impuestas por la sociedad de la época y en esta caso especifico por el consejo nacional de educación, exigencias que traspasaban los límites de su vida laboral e interfiriendo de esta forma, en su vida personal, a tal punto de no tener personalidad y autonomía en sus decisiones.
Desde nuestro punto de vista y comparándolo con lo que se vive hoy nos parece una situación horrible. Pero no nos olvidamos que tenemos que ubicarlo y analizarlo desde una determinada época y cultura que se diferencia de la nuestra. Así podemos entender que las maestras de aquel entonces no reaccionaban oponiéndose ya que tenían este contrato como una obligación que de no cumplirlo serían sancionadas, en primer lugar desde la sociedad y luego moral, económica y personal. Desdibujándose la función del docente, ya que en lugar de darle importancia a la enseñanza y favorecer el aprendizaje de los niños, importaba más la figura del maestro.
OBSERVAR EL ENCARGO SOCIAL QUE PESABA SOBRE LA MAESTRA EN 1923 Y RELACIONARLO CON LA DISCIPLINA, EL COMPORTAMIENTO EN EL AULA Y LA EDUCACIÓN EN VALORES.
Este artículo referido al "Contrato de Maestras de 1923" nos resultó interesante, ya que representaban a las docentes como una especie de "esclavas", estaban sometidas a cumplir dicho contrato.
Lo que queda en evidencia es la intromisión a la vida privada de las maestras, ya que el contrato poco refiere a sus tareas docentes (enseñanza y aprendizaje) y mucho a su conducta personal e higiene del aula.
Se aplicaban premios y castigos a los alumnos, por ejemplo arrodillarlos sobre maíz, el buche de agua, el dedo en la tierra, lengua de trapo, desaseada, orejas de burro, etc, con la finalidad de lograr la disciplina y el respeto.
Si bien era importantísima la función y el rol del docente dentro de la escuela, no creemos que ello modificara su vida fuera de la institución.
Claramente se buscaba un perfil de virgen inmaculada, un culto a la corrección puritana, un ejemplo para las “futuras generaciones”.
Alguien que llevaba una vida así no podía ser más que admirado, ya que era capaz de renunciar a su vida misma en pos de su vocación.
Todo coincide con el contexto y un momento histórico dado del país, donde los hombres podían dedicarse a estudios superiores, mientras que la mujer sólo accedía a niveles de educación elemental.
Un documento histórico que, más allá de lo anticuado que pueda parecer, resulta sumamente ilustrativo a la hora de pensar en nuestra situación actual y las dificultades para que la función docente logre ocupar el lugar de jerarquía que merece.
En la actualidad el docente se ocupa de cuestiones tales como, la enseñanza y el aprendizaje, uso y cuidado de las xo, la higiene de los alumnos, educación sexual, alimentación, violencia familiar, atención en el comedor, cuidado del mobiliario escolar, etc
Si bien no existe un Contrato explícito, referido a la vestimenta, comportamientos y formas de actuar dentro y fuera del ámbito escolar, se sabe que el docente es un “modelo” y que debe cuidar dichos aspectos.
Melissa Frutos, Mónica Clavijo y Sofía Parodi – 4to B
PRIMERA PARTE
JUAN CASTRO - ANALÍA COSTA - XIMENA MARTÍNEZ - ELOÍSA TAMBASCO (4ºA)
El contrato que debían firmar las maestras en 1923 en Buenos Aires da cuenta de una sociedad en la que la figura de mayor importancia es el hombre y donde la noción de respeto es vertical y ascendente. Por tanto, el niño debe respetar a sus mayores y estos a sus jefes y superiores jerárquicos. Esta situación da lugar a una “conciencia compartida” (como lo denomina Vigotsky) en la que el respeto no es horizontal, es decir a todos por igual, donde las personas no son capaces de “ponerse en el lugar de los demás”, en el que la violencia verbal y hasta física, hacia lo demás, está permitida en el aula.
Las maestras que se formaron bajo este régimen vivieron una gran presión social y falta de respeto, ya que su vida personal pasaba a ser pública y perdían todo tipo de libertades de elección y acción.
Se muestra un sistema de disciplina en donde la autoridad funciona como opresora de aquellos que se encuentran jerárquicamente en un lugar inferior. Esta situación está íntimamente relacionada con lo que es la disciplina áulica, en donde el docente reproduce en los alumnos, las presiones y limitaciones que él vive.
Se vivencia la escuela no como un espacio recreativo y de libre expresión, sino como un lugar donde se debía acatar la normativa.
En la actualidad el concepto de disciplina debe entenderse como una necesidad personal y social que permite garantizar la convivencia en un centro o comunidad. También debe verse como un conjunto de normas en función de objetivos educativos y como un proceso de aprendizaje escolar y familiar. Debemos entenderla como un instrumento educativo y no represivo. Enseñar a buscar el equilibrio entre la libertad individual y la libertad del otro o del grupo. Enseñar a controlar las emociones, actos y deseos, adecuarlos a los contextos o entornos en los que en un momento determinado nos desenvolvemos o desarrollamos. Se trata de crear consciencia de la necesidad de aceptar normas justas que promuevan la igualdad, crear espacios donde nadie someta a nadie y se permita reflexionar, pensar y discrepar.
Sin embargo en 1923 la disciplina implicaba autoritarismo, sometimiento injusto de un individuo a otros, abuso y exceso de poder.
SEGUNDA PARTE
JUAN CASTRO - ANALÍA COSTA - XIMENA MARTÍNEZ - ELOÍSA TAMBASCO (4ºA)
Ahora bien, para poder comprender este contrato y sus pautas, es necesario reflexionar acerca de cuál era el encargo social que pesaba sobre las maestras a principios del siglo pasado. Para ello es necesario ahondar en la raíz misma del concepto de educación en valores, ya que en esa época esto era considerado precisamente como lo que se explicita en el texto, la realización automatizada de una serie de consignas supuestamente moralistas que provenían de las altas esferas de poder, una especie de intento de conservación de las “buenas costumbres”. Y las buenas costumbres de la época, impregnadas del machismo dominante, no podían concebir a una mujer “de bien” con los labios pintados o tomando bebidas "espirituosas", menos aún si se trataba de aquella que se encargaría de la enseñanza de las futuras niñas.
De esta manera, la educación en valores se pensaba no como reflexión sino como imposición, donde se tenía en cuenta un solo modelo ejemplar moralizador y hegemónico, representado en la figura de la señorita maestra, aunque esto mutilara sus propias libertades individuales como ser humano.
Sin embargo, estas tendencias reaparecen, tal vez disfrazadas, o con menor fuerza, una y otra vez. Las inercias escolares tienen tal presencia cotidiana que son capaces de reducir a discursos muchos de los planteos que pretenden oponerse a ellas. Así, por más que nos escandalice la responsabilidad social de las maestras del ’23, aún hoy oímos decir “y pensar que es maestra”, o escuchamos prejuicios contra los maestros (hombres) por dedicarse a una tarea de tradición femenina. Aún hoy, el rol docente se hace cargo de responsabilidades que le corresponden a otras instituciones como la familia, lo que ha dado lugar a un desfiguramiento de la tarea educativa. Aunque, gracias a la evolución del pensamiento moderno, podemos decir que estamos lejos de la realidad social en que se estableció este contrato, todavía queda camino por recorrer.
ANÁLISIS DE:”LA SEÑORITA MAESTRA”.
Si uno analiza pormenorizadamente dicho artículo, con la mentalidad de este siglo, piensa o cree que puede tratarse de una broma, y no de un documento establecido por la Educación en el año 1923.
Hay una serie de aspectos a analizar, como puede ser el de:”señorita”; ésta designación encierra una serie de aspectos sociales, religiosos y culturales, tomado como un modelo ideal, para poder desarrollar la actividad de maestra.
Decir “señorita”, me hace recordar a una novela argentina de los años 70,en donde la maestra era el ideal de mujer comprensiva, paciente, y sus alumnos la amaban por su forma de ser, por reírse de sus travesuras, por preocuparse por aquel que no sentía bien,(lo que no quiere decir que en la actualidad no se haga)etc.; y la lección iba acompañada de la alegría, estos niños, mostraban respeto por esa autoridad y la de la Institución, todo se mostraba “perfecto”.
Muchas cosas han pasado, ha cambiado la posición de la sociedad frente a las instituciones, los niños, en su mayoría han cambiado sus actitudes, quizás presos de los valores de la sociedad posmoderna, etc; pero también ha cambiado el rol de la mujer en casi todas sus expresiones, aunque para muchas sociedades este todavía sigue siendo un “ideal inalcanzable”.
¿Por qué tantas exigencias, para poder ser maestras? ¿En qué podría afectar la forma de vestir o de comportarse?; la apariencia y el recato era algo propia de una sociedad aristocrática y patriarcal, que velaba constantemente por los valores morales y religiosos; podríamos, por lo tanto, suponer que se debía a una filosofía de la igualdad,”todos son iguales, todos actúan y piensan iguales”, nadie puede tratar de ser o mostrarse diferente porque estaría atentando contra ese ideal “igualitario”.
Muchas veces nos quejamos o decimos que estamos en la etapa de la falta o crisis de las “utopías”, todos los valores se han perdido; ¿y si estuviéramos en el año 1923?, ¿qué diríamos?, ¿podríamos seguir estudiando aunque tuviéramos más de 30?
Creo, que quizás no estemos atravesando una etapa ideal de la sociedad, pero si estoy segura que mucho se ha logrado avanzar,la mujer ya no sólo tiene que llenar ciertas expectativas para poder acceder a Magisterio, sino que ahora toma las decisiones que tiene que ver con esas políticas educativas, conjuntamente con los hombres; ocupa lugares privilegiados y puede hacer conocer su voz, actúa en ámbitos jurídicos, sociales y políticos que hasta hace un tiempo atrás, no lo hubiésemos siquiera imaginado; con esto no quiero menospreciar ni mucho menos la carrera docente, porque justamente,como la mujer ha logrado llegar tan lejos, quiere decir que la misma es capaz de eso y mucho más, por lo tanto la responsabilidad de educar e instruir el futuro de la sociedad, no podría estar en “mejores manos”.
Silvia,el anónimo dijo..esMatilde Ramos que se olvidó de ponerle el nombre...
En primer lugar debemos destacar que estamos frente a dos épocas totalmente diferentes,donde los valores, el rol docente, la sociedad, la educación, el niño como alumno y el contexto son factores que marcan la diferencia entre la maestra de 1923 y el maestro actual.
En la época de 1923 la vida personal de la maestra estaba condiciomnada a su profeción lo que exigía de su parte enseñar con el ejemplo; en la actualidad, sinembarggo, predicamos con el ejemplo pero no condicionando la vida personal del docente.
Hoy en día no somos coherentes entre nuestro dicurso y las acciones hacia nuestros alumnos, muchas veces exigimos resppeto pero no respetamos a los alumnos. Como por ejemplo cuando les exigimos realizar alguna tarea: llevar la lista, actuación en actos escolatres, hacernos los mandados dentro del centro escolar, entre otras, no le les preguntamos si el está de acuerdo o no, simplemente lo mandamos. Es aquí donde hacemos uso y abuso de nuestro poder dejando de lado la teoría sobre los valores.
Patria Lanz, Verónica Villalba y Natalia Delucca. 4ºB.
A partir del análisis del contrato: “La Señorita Maestra”, observamos que dentro de los requisitos que se le exigía para ejercer la docencia en 1923, creemos oportuno mencionar que no hace referencia a la enseñanza y aprendizaje de los educandos, al rol docente, sino que se centra en la vida personal y aspecto del docente. Por ejemplo: No casarse, no andar en compañía de hombres, no viajar en ningún coche o automóvil con ningún hombre excepto su hermano o su padre, no abandonar la ciudad bajo ningún concepto sin el permiso del presidente del Consejo de Delegados.
A través de estos requisitos podemos detectar claramente la ideología reinante en la sociedad de esa época, reflejándose claramente el pensamiento machista.
Desde nuestro punto de vista y basándonos en la sociedad que estamos inmersos, consideramos que la mujer era presa de su propia libertad, no teniendo conciencia de la situación que vivía, ya que para ella era normal.
Otros requisitos que hace referencia el contrato son los siguientes: no teñirse el pelo, no usar vestidos que queden a más de cinco centímetros por encima de los tobillos, usar por lo menos dos enaguas debajo de la falda, no usar polvos faciales, no maquillarse ni pintarse los labios.
Aquí vemos que hay una preponderancia por los valores estéticos (belleza, elegancia, equilibrio y armonía), omitiéndose la mención de los valores éticos. Estos no se enseñan sino que se transmiten a través de la vivencia y practica de un grupo humano (lo que se denomina “útero social”).
Consideramos que otro factor determinante es la condicionante religiosa de la época (catolicismo ortodoxo).
Por último el contrato trasciende la labor docente porque debía cumplir la tarea que hoy en día realizan los funcionarios de servicio (no docente), como por ejemplo la limpieza del aula.
En cuanto a la relación enseñanza-aprendizaje respondía al paradigma conductista (el docente poseedor del conocimiento debía transmitir al educando por medio de un proceso mecánico).
Remitiéndonos a nuestra época consideramos que esa modalidad de enseñanza no estimulaba al niño a ser un sujeto crítico, reflexivo, autónomo.
Si bien en cada época se han utilizado premios y castigos, en la actualidad no se hace uso del castigo físico como en aquel momento (arrodillarlos sobre maíz, lengua de trapo, orejas de burro, golpearlos con la regla en los dedos).
Integrantes: Lorena Gonzáles, Micaela Frábega, Andrea Melgar, Gisela Cabrera, Adriana Colósimo. 4ºB Magisterio
Considero que lo que expresa el contrato de La señorita maestra ilustra claramente los valores de una época donde quienes ejercían la docencia ocupaban un lugar jerárquico dentro de la sociedad, el maestro/a era un referente dentro de la misma y debía dar el ejemplo. La figura de la maestra debía ser intachable por lo cual no podía casarse, ni fumar, salir de noche, etc. Los valores reinantes en esa época imponían normas que eran aceptadas sin siquiera reflexionar sobre ellas, sin darse cuenta que contratos como este de 1923, le condenaban a la mujer que los firmara a no poder decidir sobre su vida. Podríamos pensar que la educación de esta época no permitía que se reflexionara sobre los valores, si están bien o mal, sino que se educaba para reproducir un serie de valores que se consideraban los adecuados para esa sociedad. el rol de la mujer era muy claro, sumisa, presionadas socialmente, sin ningún tipo de vida personal, todo lo que hacia era publico, no podían elegir, el “deber ser” era mas importante que lo que se quiere hacer.
Si bien la educación era machista, no se enseñaba igual al hombre que a la mujer, también era conductista, los castigos y premios eran muy frecuentes de la época.
En la actualidad si bien el maestro es siempre observado en la sociedad, tiene más libertades que en la época de la señorita maestra. El cambio se da desde los valores y los cambios de una sociedad que aspira a lograr desde la educación que los ciudadanos sean críticos, reflexivos y autónomos. Pero es también una sociedad donde el rol docente está muy devaluado desde la sociedad. El maestro se encarga muchas veces de una serie de situaciones que no tiene que ver con la enseñanza, pero si tiene que ver con la persona, con el niño como ser humano que necesita que se lo cuide desde algún lugar, no le compete al maestro, pero si no lo realiza él ¿quien lo hará? nadie. Si bien el maestro tiene ciertas libertades, también es muy criticado, por esas libertades y por las exigencias de una sociedad que espera más de el.
La enseñanza los vemos hoy como un proceso, el niño construye su propio aprendizaje, a su tiempo. Nos centramos en una perspectiva crítica de la educación, donde los alumnos deben aprender a criticar, reflexionar sobre sus acciones, poner en tela de juicio sus valores, para poder así elegir el mejor camino para vivir, dentro de la sociedad, siendo un ciudadano consciente y autónomo.
johana viana
Si nos basamos en lo que dice: Max Scheller, que los valores son entidades irreales, -pues no tienen existencia independiente de los bienes que los sustentan-, pero no puede decirse que sean ideales. Pues no son ni ideas ni conceptos. Los conceptos se explican y se entienden por vía racional, mientras que los valores se captan por vía intuitiva y emocional. Nadie puede explicar la belleza con palabras o argumentos; la belleza se percibe, se intuye, se disfruta y se experimenta mediante ella una peculiar emoción.
Los valores éticos se viven y se practican; la educación en valores consiste en un clima especial que se genera en el seno de un grupo humano. Así como se habla del “clima institucional” que caracteriza a un centro educativo, también puede decirse que la educación en valores está dada por un determinado clima áulico, y por el vínculo que se ha generado entre los integrantes del grupo.
Cabe aclarar que por lo antes expuesto se explicaría lo que se le pide a la señorita maestra ya que de acuerdo con esa época se pretendía la “corrección y quizás se podría decir que hasta la deshumanización de esta al privarle que demostrara afecto o interés por otras cosas que no fuera la escuela, tomando como esta a los niños y su entorno.
Era casi evidente pedir este comportamiento a la maestra ya que se pretenden niños correctos y aplicados. Sin tomar en cuenta las individualidades ya sea desde el punto de vista del aprendizaje e independientemente de la situación emocional de cada alumno. .
El encargo de esta época 1923 era muy importante al igual que el que se le otorga hoy claro esta que con la salvedad de que hoy la maestra esta muy desprestigiada por decir de alguna manera, ya sea por el motivo que sea: la mala practica que se hace de esta profesión y con esto hago referencia a que quizás no se tiene el compromiso necesario para lo que significa este rol de docente y guía de un niño que lo que mas necesita a mi entender es afecto , paciencia y dedicación, ya sea que se haga referencia al niño de 1923 o al niño de hoy.
La base de la relación de alumno – maestro/a es primero llegarle mediante el afecto y luego si darle los conocimientos que se pretendan.
Claudia Coimbra 4º B
A partir del análisis del contrato: “La Señorita Maestra”, observo que dentro de los requisitos que se le exigía para ejercer la docencia en 1923,la "señorita"era vista como una _esclava_ o _sirvienta_ de la educacion. No tenia vida social, ni personalidad,ni poder de decision. En esta epoca la sociedad imponía las exigencias, me parece comparandolo con la realidad actual es algo horrible.
Se observa un sistema de disciplina en donde la autoridad funciona como _jefes_ de aquellos que se encuentran dentro de la escala de escalafones, jerárquicamente en un lugar inferior.
Podemos ver a la educación con un gran redomiño machista, no se enseñaba igual al hombre que a la mujer, también era conductista, los castigos y premios eran muy frecuentes de la época.
Pero es bueno destacar algo:los niños, mostraban respeto por esa autoridad y la de la Institución.
Actualmente se desvaloriza al maestro,los niños, en su mayoría han cambiado sus actitudes
Mi opinion es que actualmente no existe ningún contrato, pero la persona que trabaja dentro del ámbito de la educacion debe ser siempre el ejemplo o "modelo", no con todas esas limitaciones, pero cuidando sus aspectos.
Paola Camponovo
OBSERVAR EL ENCARGO SOCIAL QUE PESABA SOBRE LA MAESTRA EN 1923 Y RELACIONARLO CON LA DISCIPLINA, EL COMPORTAMIENTO EN EL AULA Y LA EDUCACIÓN EN VALORES.
Según nuestra opinión, el encargo social que pesaba sobre las maestras en el año 1923 es un abismo con lo que respecta a la maestra de la actualidad. En él se encuentran reflejadas las imposiciones de la sociedad en aquella época como por ejemplo ellas no podían casarse, andar en compañía de hombres, pasearse por las heladerías del centro de la ciudad, beber, cerveza, vino ni otras bebidas espirituosas, fumar cigarrillos, vestir ropas de colores brillantes, teñirse el pelo, ni maquillarse. Estas imposiciones interferían en su vida personal a tal punto que no podían tomar sus propias decisiones, ellas actuaban de acuerdo a lo que establecía el contrato, no teniendo en cuenta su personalidad y autonomía en sus decisiones.
Al deber cumplir con todos estos artículos, dejaban de lado aspectos tan importantes en la vida como lo es formar su propia familia, dedicándose exclusivamente a su vocación.
Consideramos que es importante el rol docente dentro de la institución escolar ya que este es un “modelo” a seguir, pero a su vez no estamos de acuerdo que esto trascienda a su vida personal.
En el contrato de maestras de 1923, para nada se explicaban allí las áreas a impartir, ni el método, ni la organización de los recreos, ni las vacaciones, ni una sola frase acerca de los alumnos, salvo la indicación de que la maestra era la responsable de que en la escuela no pasasen frío y de mantener el salón limpio, cuestiones que no le competen a la labor docente.
En cuanto a la relación enseñanza-aprendizaje respondía al paradigma conductista; este paradigma ve al alumno como un sujeto cuyo aprendizaje escolar puede ser organizado desde los métodos y contenidos, todo esto para lograr conductas académicas deseables, el aprendizaje era algo mecánico, deshumano y reduccioinista; también se aplicaban premios y castigos a los alumnos como: orejas de burro, lengua de trapo, buches de agua, reglasos y arrodillarse sobre el maíz.
En la actualidad nos encontramos posicionados en un nuevo paradigma: el constructivista, en el cual el aprendizaje no es un asunto de transmisión y acumulación de conocimientos sino un proceso activo por parte del alumno, por lo tanto, éste construye conocimientos partiendo de su experiencia e integrándola con la información que recibe.
Hoy en día, la educación es una profesión que se está enfrentando a un reto que requiere cambios de paradigmas para adecuarse a la globalización y a las trasformaciones sociales y tecnológicas.
La demanda social a la cual se enfrenta el docente es otra: lograr el desarrollo personal e integral del alumno, la enseñanza y el aprendizaje, educación sexual, alimentación, violencia familiar, etc.
El niño debe adquirir hábitos de vida sana en la escuela, debe aprender a cuidar su cuerpo y a desarrollar sus aptitudes artísticas. De ahí la importancia de la educación física y la artística que antes se veían como áreas secundarias y, desde luego, se requiere de una educación en valores.
Como reflexión final de este trabajo podemos decir que estamos lejos de la realidad social de aquel entonces en el cual se estableció el contrato para maestras de 1923.
Natalia Pacheco y Dayana Burel: 4ºB
PARTE 1-
Este acuerdo deja entrever las características de la sociedad de la época (principios del siglo XX). Sin dudas el encargo social que recae sobre “la señorita maestra” es una carga pesada, pero más que eso, permite visualizar cuáles funciones debía cumplir una escuela rígida, inmutable, que no daba lugar a la reflexión de los educandos, y mucho menos de la encargada de difundir este tipo de educación tan particular (“la señorita”).
La escuela, que juega un papel fundamental en la construcción de un mundo simbólico donde se irá desarrollando la formación de la identidad de los educandos; nunca deja de educar, educa cuando dice y cuando no dice. Lo que se expresa y lo que se omite forman parte del discurso educativo. En tal sentido, analizamos el contrato desde el lugar que le corresponde a la escuela, y como consecuencia a la “señorita maestra”, como constructoras de dicha identidad.
Lejos de ser un inmutable, la identidad, como bien lo afirmara Galeano en El libro de los abrazos, es todo lo que no es una pieza de museo quietecita en la vitrina.
“(...) La cuestión de la identidad está sustancialmente enlazada a la (la palabra del educador) y nunca será neutra a los oídos de sus alumnos/estudiantes. Su presencia, la interlocución que ofrezca, estará siempre registrándose en un lugar que ningún contenido curricular alcance. Su mirada dejará marcas en el territorio de la subjetividad, aquel que ni siquiera captura la noción de currículum oculto. Su manera de nombrar quedará registrada y su figura será el sostén de identificaciones que escapan a su programación y no son didactizables.”
(fragmento de Graciela Frigerio y Gustavo Lambruschini)
Este fragmento trae a consideración una cuestión fundamental en el proceso educativo: la construcción de la identidad Los autores considerados afirman que ejercer el oficio de educar implica “concretar un trabajo psíquico, llevar adelante una actividad intelectual reflexiva –propiamente filosófica– y realizar la acción eminentemente política de coparticipar en la construcción de identidades, de sujetos sociales, y de ser colaborador en la formación (bildung) de subjetividades”.
Virginia Otárola, Ximena González, Matilde Ramos, Adriana Gallo
4ºB
PARTE 2-
El contrato propuesto a las “señoritas maestras” del 1923 hace que reflexionemos entre líneas acerca del papel asumido por la escuela en el proceso de construcción de la identidad de los niños y niñas.
Si educar es un trabajo psíquico, como hemos dicho, también educamos desde la imagen que mostramos y desde la que no. Así la señorita maestra “vende” una imagen debida, adecuada, correcta; y niega todo aquello que sea contrario a esto.
Pensamos que esto es precisamente una educación sexual implícita, conociendo la importancia de la educación sexual en la escuela. Muchos son los informes y estudios que advierten sobre la necesidad de
tener en cuenta, además de la educación sexual propiamente dicha (la expresa), también la educación sexual que aparece implícita,
día a día, en el aula.
Aún en la actualidad, “cuando un/a profesor/a desea tratar la diversidad afectivo–sexual con sus alumnos y alumnas, debe recurrir, de forma casi inevitable, a materiales de elaboración propia. Los currículos oficiales de las diferentes asignaturas no tienen en cuenta las nociones de orientación
sexual ni de identidad de género. Los libros de texto tampoco, puesto
que son diseñados siguiendo las directrices marcadas por esos mismos
currículos”.
La escuela, esa “segunda familia” de niños/as, jugará un
papel muy importante en la construcción de sus identidades. Lo que se expresa y lo que se omite forman parte del discurso educativo.
Virginia Otárola, Ximena González, Matilde Ramos, Adriana Gallo
4ºB
PARTE 3-
Hemos elegido este ejemplo, muy ilustrativo también, de una imagen más actual de la “señorita” (pero que deja entrever lo que aún en el siglo XXI sucede con “la maestra”):
“La maestra Patricia es casada pero la llaman ‘señorita’. El señor director es
soltero, sin embargo no lo llaman señorito. Claro, los varones son señores siempre.
Las mujeres, en cambio, para ser señoras, tenemos que ser señoras, de algún señor.
Bueno, yo estaba hablando de la señorita Patricia, que también la llaman ‘segunda
madre’. Es madre, entonces, pero madre virgen, porque ser madre soltera no está bien
considerado en la escuela.
“—¿Cómo se llama tu señorita?— le pregunté a uno de sus alumnos.
“—No sé— fue la respuesta.
“Otro alumno, Juan, enseguida dijo: —Señorita Patricia.
“Pregunté: —¿Por qué no la llaman Patricia?
“—Porque es la maestra— dijeron los dos a coro.
“—¿La señorita es casada?
“—Sí— respondieron.
“—¿Tiene hijos?
“—Sí, el hijo está en 3º ‘B’.
“—¿Cómo se llama a las mujeres casadas?
“—Señoras
“—Entonces, ¿por qué no la llaman señora?
“—Ya te dije, porque es la maestra.
“Juan y su amigo no podían explicarme que la señorita Patricia es maestra y
por eso su ser mujer y el uso de su sexualidad debe ser desmentido. No podían
explicarme lo inexplicable. El sistema educativo acostumbra a mostrar y desmentir lo
que muestra.
“Un día Juan le pidió al papá que fuera a la reunión de madres que citaba ‘la
señorita’. La señorita escribió una nota en el cuaderno de Juan que decía: ‘Señora
mamá: el lunes la espero en la reunión de madres’. Juan preguntó:
“—¿Puede venir mi papá?
“—Sí, es igual— dijo la señorita. (Frase que, descalificando el pensamiento de
Juan sobre la diferencia entre una madre y un padre, lo deja reducido a un silencio
inexplicable).
“Juan quería que fuera su papá y le mostró la nota. El papá dijo:
“—Esto es para tu mamá. La reunión es de ‘madres’.
“—La maestra dijo que ‘es igual’ que vayas vos— dijo Juan.
“El papá de Juan fue a la reunión de madres, por primera y última vez. Era el
único papá. La señorita maestra se dirigió a las veinte mamás y al único papá
diciendo ‘A los señores presentes’. A las veinte mujeres les pareció natural que por la
presencia de un solo varón todas ellas perdieran el sexo femenino. Así habían sido
nombradas—omitidas desde que nacieron. Sólo entre mujeres el lenguaje les permite
ser mujeres.
“Patricia dijo que ‘los chicos no se estaban portando tan bien como las chicas,
que…’. El padre de Juan la miraba y no escuchaba. Recordaba un día, cuando estaba
en primer grado, sentado justo como ahora, en el tercer banco, llorando porque no
entendía lo que su señorita le pedía. En su interior sonaba la voz de su maestra
diciendo ‘los hombres no lloran’.
“Una señora—señorita habla a unas madres—señores presentes, a un padre—
señora mamá y a un varón repleto de lágrimas escondidas para que le crean que es
varón. ¿Qué aprenderán los alumnos y las alumnas junto con la lectoescritura?
¿Atravesada por qué ideología estará la enseñanza de la escritura de las palabras? La
enseñanza de qué es varón y de qué es mujer no figura en el currículum de la escuela,
pero el ocultamiento, la desmentida, la omisión de la identidad, enseñan a través de
lo no dicho.”
(extraído de “La sexualidad atrapada de la señorita maestra”, de Alicia Fernández)
Virginia Otárola, Ximena González, Matilde Ramos, Adriana Gallo
4ºB
PARTE 4-
Este relato muestra cómo el curriculum oculto se encuentra presente en todos los aspectos de la educación, y qué lugar ocupa el lenguaje escolar en la constitución del universo simbólico en el que se desarrolla
el proceso educativo.
Esto nos lleva directamente a cuestionarnos: ¿qué tipo de maestras y maestros queremos ser? ¿qué tipo de escuela queremos construir? Nos obliga a preguntarnos en qué lugar consideramos la subjetividad de nuestros alumnos y alumnas, qué lugar reconocemos a sus derechos, expectativas, deseos, sentimientos, preocupaciones, sueños. Evidentemente vamos directo a la Filosofía de la Educación. Y volvemos aquí a retomar el concepto de construcción de la identidad mencionado al principio (Frigerio y Lambruschini). La escuela es en la vida de niños y niñas, uno de los lugares privilegiados en la construcción de la identidad individual. Es, también, uno de los lugares por excelencia de la construcción de los valores que forman la identidad colectiva de un país (es por eso que el documento es ilustrativo de una época en particular, aunque no se encuentran explícitas allí las características, pues podemos apreciarlas igual).
Autores citados: Graciela Frigerio y Gustavo Lambruschini: “Educar: Rasgos filosóficos para una identidad”, Cap. 1: “Educador: una identidad filosófica”.
Virginia Otárola, Ximena González, Matilde Ramos, Adriana Gallo
4ºB
Juan Angelero- Matías Arniz- Sergio Maidana.
El contrato de la Señorita maestra de 1923, es un contrato hilarante, grotesco, injusto, descomedido pero también amargo y ridículo. Es un contrato que se convirtió en una reliquia histórica para la educación actual.
Fue quizás un contrato temporal, de una maestra del mundo de primeros del siglo XX en una escuela donde probablemente la educación, era muy diferente a la educación actual.
Lo que queda en evidencia es la intromisión a la vida privada de las maestras, limitando hasta el derecho reproductivo, yendo en contra, incluso, de la propia naturaleza humana.
Restringiendo además, instancias de goce, de esparcimiento, que como bien sabemos son necesarias para una plena salud física y mental.
Por demás está decir, que se trataba de leyes impuestas, que muy alejadas se encuentran de un régimen democrático,
El contrato poco refiere a sus tareas docentes y mucho a su conducta personal e higiene. Se buscaba una imagen de mujer casta, pura, que sirviera de ejemplo para los niños y la sociedad toda. Alguien que llevaba una vida así no podía ser más que admirado, ya que era capaz de renunciar a su vida misma en pos de su vocación.
Salvando las distancias, las costumbres y los extremismos, hoy hace falta un poco de ejemplo en la conducta, no sólo de los docentes, sino de todos los actores de la sociedad.
La profesión docente es sin duda una de las más antiguas del mundo.
Claro que se fue desarrollando a través del tiempo considerando aspectos fundamentales como la adquisición de saberes y habilidades para transmitir otros saberes y habilidades.
La sustentan principios pedagógicos, técnicas y teorías de aprendizaje, usos y costumbres.
El docente hoy en día es quien desarrolla técnicas y estrategias adecuadas a su grupo cada día. Habla, dice, explica, compara, confronta desde una posición de enfoque que rara vez contempla todos los detalles necesarios para el episodio de aprendizaje.
Por empezar, se distancia de su clase si no procura deambular por el espacio físico del aula, intentando aproximarse a las dudas y los logros de los individuos que allí se reúnen para aprender.
Para nada se explicaban allí las materias a impartir, ni el método, ni la organización de los recreos, ni las vacaciones, ni una sola frase acerca de los alumnos, salvo la indicación de que la maestra era la responsable de que en la escuela no pasasen frío, la maestra era la “encargada oficial” de encender el fuego y mantener los salones limpios.
Luego de leer el contrato que debían firmar las maestras de esa época, concluimos que el mismo responde a una época sumamente machista, una sociedad que no entendía el respeto como algo mutuo, sino que la mujer era desvalorizada, ya que podemos observar que no era capaz de disfrutar de su vida, no era capaz de tomar decisiones, su vida estaba expuesta a la mirada controladora de la sociedad, una mirada sumamente prejuiciosa que no le permitía ser libre, convirtiéndola en un ser “asexuado”, su vida se resumía a cumplir con su trabajo y nada más, porque eso era lo que la sociedad esperaba de ella.
Pero esto no pasaba solo con la mujer, el niño en su aula también respondía a este tipo de pensamiento. Es decir, en el aula los niños también debían acatar normas no tan justas, normas que favorecían a unos pocos, normas que no pueden ser vistas desde el hoy como “racionales” o como “justas”. En las aulas se respiraba ese clima de abuso de poder, de represión, y sobre los niños caía la misma, no permitiéndoles reflexionar libremente, ni expresarse, ni se daba lugar a la discrepancia, ni se cuestionaba a la autoridad y sus normas. El niño era educado en ese clima, en donde todo lo que no se decía, todo lo que se ocultaba, todo lo que estaba implícito iba moldeando sus mentes e iba internalizando.
Pero si bien, mirándolo desde el hoy podemos cuestionar y criticar severamente este tipo de comportamiento, tenemos que tener en claro que en esa época la sociedad entera funcionaba de ese modo porque respondía a la ideología de la época, a una moral en donde lo que se buscaba era conservar las buenas costumbres, los buenos modales, la disciplina, el buen comportamiento, etc.
Aunque aún hoy, creemos que algunos prejuicios continúan en nuestra sociedad, porque es común ver cómo se juzga a ”las maestras”, cómo se sigue esperando que ellas realicen tareas que no les corresponde, sólo porque son maestras deben ser el ideal de mujer.
Aunque sabemos que el rol de la maestra, el encargo social que recae sobre la misma ha cambiado muchísimo, debemos cuestionarnos si también permitimos ese cambio a los niños, o si aún esperamos que el niño responda como lo hacía en 1923. Es decir, muchas veces nos sentimos más cómodos con niños que acaten las normas, que respondan con respeto a la autoridad, queremos sacarlos de su realidad cotidiana y esperamos que en el aula se comporten como pequeños adultos, porque es común oír a los docentes que no pueden trabajar en el murmullo, en el ruido, con niños que “no se pueden mantener quietos” y queremos muchas veces reprimir esa espontaneidad innata con la que se maneja el niño. Entonces, hay que pensar si no estamos esperando que el niño dé algo que no es capaz de dar si tenemos en cuenta que es niño, y no que es un hombre pequeño. ¿Qué pretendemos de ellos? ¿No es acaso esto contradictorio si por otro lado pretendemos educar en valores para contribuir en la formación de su identidad?
Ana Claudia Fleitas, Laura Chavez, Natalia Giani, Sofía Peluaga.
Silvana de León, Elisa Fastoso, Elina Pérez, Paola Pérez.
Se trata de un Contrato para Maestras del año 1923 recogido, según el libro de Michael Apple, MAESTROS Y TEXTOS, editado por Paidós en Barcelona en 1989.
Sabido es que la educación dio y dará mucho que hablar, en todo tiempo y lugar.
Se trata de un antiquísimo contrato de maestras, en los tiempos en que las dueñas del Magisterio se llamaban maestras de niñas. Es un famoso contrato que debían firmar en 1923 las maestras de un país indeterminado, hay quien dice que es Argentina, otros que es un documento norteamericano y hasta hay quien se atreve a situarlo en España.
En cualquier caso, es un contrato hilarante, irrisorio, injusto, irreverente pero también amargo y ridículo. Es un contrato que se convertirá, si no lo es ya, en una reliquia histórica para los sindicatos docentes de cualquier país.
Digamos que es un contrato temporal, no podía ser menos, de una maestra del mundo de primeros del siglo XX.
Para nada se explicaban allí las materias a impartir, ni el método, ni la organización de los recreos, ni las vacaciones, ni una sola frase acerca de los alumnos, salvo la indicación de que la maestra era la responsable de que en la escuela no pasasen frío, la maestra era la “encargada oficial” de encender la estufa madrugando y removiendo cenizas en las mañanas frías.
Pero más allá de alguna rigurosidad propia de otra época (1923) (y que tal vez se daba en todo el mundo), y que no debe tomarse en broma, hay ciertas pautas de conducta que tenían los viejos maestros. Donde el buen ejemplo (señoritas maestras que se quedaban en el recreo para asistir a sus alumnos), la preparación personal, la dedicación, la pulcritud y la corrección, ayudaron a construir una educación particular.
Esa Educación, no tiene "ni punto" de comparación con la actual.
Sigue existiendo la túnica blanca, sigue existiendo la igualdad de oportunidades, aunque en el fondo sabemos que socialmente no esté, si lo está dentro de nuestras instituciones educativas.
Actualmente creemos que: no se educa cuando se imponen convicciones, sino cuando se suscitan convicciones personales; no se educa cuando se imponen conductas, sino cuando se proponen valores que motivan; no se educa cuando se imponen caminos, sino cuando se enseña a caminar; no se educa cuando se impone el sometimiento, sino cuando se despierta el coraje de ser libres; no se educa cuando se imponen ideas, sino cuando se fomenta la capacidad de pensar por cuenta propia; no se educa cuando se impone el terror que aisla, sino cuando liberas el amor que acerca y comunica; no se educa cuando se impone la verdad, sino cuando se enseña a buscarla honestamente; no se educa cuando se impone un castigo, sino cuando se ayuda a aceptar una sanción; no se educa cuando se imponen disciplinas, sino cuando se forman personas responsables; no se educa cuando se impone el miedo que paraliza, sino cuando se logra la admiración que estimula; no se educa cuando se impone información a la memoria, sino cuando se muestra el sentido de la vida; no se educa cuando se impone a Dios, sino cuando se lo hace presente con la vida misma.
Resulta sorprendente leer a tanta gente dispuesta a hacer sesudos comentarios histórico-filosófico-sociológicos sobre un supuesto documento, sin tomarse la más molestia de comprobar si se trata de un contrato auténtico o falso. Dado que el mismo contrato corre por Internet atribuido a diferentes países, habría que empezar a sospechar y mucho sobre su veracidad. Pero, claro, como es un texto tan maravilloso para poder proyectar sobre él todos los tópicos que tanto nos gustan…
La difusión que este tipo de "fakes" alcanzan entre el profesorado no es que deje en muy buen lugar a la profesión.
Me ayudarían a responder preguntas del cole.? Gracias
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