Coincidiendo con una posición racionalista se construyen las ciencias formales: lógica y matemática. Sus orígenes se remontan a la Antigüedad. Griegos, fenicios, egipcios, poseían conocimientos matemáticos. Euclides sentó las bases de la geometría; la escuela pitagórica descubrió infinidad de relaciones numéricas. Se les llama "formales" pues su objeto son entes ideales, formas vacías de contenido como los números o los símbolos de la lógica.
Coincidiendo con una postura empirista se desarrollan las ciencias naturales: física, química, biología, astronomía, geología, etc. y posteriormente las ciencias sociales. También se les llama Ciencias Fácticas, pues su objeto son las cosas reales, hechos, sucesos y procesos. ("Factum" significa "hechos").
Solo observando, tocando, mirando, experimentando, fue posible el avance de la ciencia natural.
La matemática es una ciencia deductiva. Deducir es ir desprendiendo, paso a paso, verdades, unas de otras, independientemente de que se puedan ver con los ojos. Deducir y demostrar un teorema es hacer explícito lo que está implícito en un concepto o en una relación entre conceptos. Por eso es que se trata de un conocimiento absolutamente seguro, una tautología, pero que no aporta nada nuevo.
Ahora bien, para que la ciencia pudiera avanzar, para que se pudieran ampliar los conocimientos existentes, fue necesario el empleo de la observación y la experimentación. Formular hipótesis sobre las causas no visibles que determinan lo visible, y diseñar el experimento que pruebe o refute esas hipótesis.
No se obtiene un conocimiento absolutamente seguro como el que otorga la deducción, solo verdades transitorias, contingencias, que tienen validdez hasta tanto no sean refutadas por otras.
En el Siglo XVI, comienza su desarrollo. Con figuras como Galileo, Keppler, Newton, comienza a desarrollarse la “nueva ciencia”, una ciencia que salía a la calle a demostrar al público sus verdades, verdades que podían verse con los ojos del hombre común.
......................Ciencias formales...Ciencias naturales
Método .........deducción ......................observación, inducción
Objeto ...........entes ideales ................entes reales
Enunciados.. analíticos .......................sintéticos.
Leyes ............ tautologías.....................contingencias
Para que el hombre pudiera empezar a observar, fue necesario que se le permitiera emplear sus ojos. Debemos recordar que en la Edad Media, el conocimiento sensorial estaba prohibido. Los sentidos estaban prohibidos como parte de un cuerpo que solo era una cárcel para el alma. El hombre era una criatura hecha a imagen y semejanza de Dios. A él debía parecerse. ¿Cómo lograrlo?: postergando todo lo humano, todo lo vinculado con el cuerpo, con las necesidades físicas, con lo sensorial. La parte “mejor” del hombre, la única que debía de rescatarse era la razón, el intelecto, el espíritu. Los monjes medievales sacrificaban su cuerpo y postergaban sus instintos para ganar el cielo. Al mismo tiempo se ejercitaban haciendo silogismos y ejercicios de lógica. Sobre las plantas y los animales, tenían nociones muy imprecisas. Desconocían el funcionamiento de la vida. El conocimiento del cuerpo humano era precario pues el estudio de cadáveres estaba totalmente prohibido.
El surgimiento de la Ciencia Natural fue fruto del Renacimiento. Un renacimiento del hombre que dejó de mirar el cielo para querer conocer la tierra, un hombre que renunció a explicar los principios de Dios para tratar de conocer los seres vivos que le rodeaban, que se lanzó a explorar el globo, que difundió sus conocimientos en los libros, y que se atrevió a pintar el cuerpo humano tal cual es.
Con todo esto se inicia la Modernidad, época del crecimiento incontenible de la Ciencia, conocimiento que durante todo el siglo XX se perfiló como la única verdad, como la única certeza.
Para reflexionar:
Durante la Edad Media, se pensaba que los roedores y las cucarachas brotaban por generación espontánea de la basura acumulada. Y Santo Tomás de Aquino, en el Siglo XIII, afirmaba que los planetas se movían empujados por ángeles que batían sus alas.
1-¿Qué opinión te merecen estas concepciones?
2- ¿Qué opinarán sobre nuestros actuales conocimientos científicos los humanos del año 3000?
miércoles, 12 de marzo de 2008
aproximación al problema del conocimiento
El problema del conocimiento es uno de los tantos problemas filosóficos y de él se ocupa la gnoseología. La gnoseología es una parte de la filosofía que se pregunta:
¿cómo podemos conocer?
¿es posible el conocimiento de algo?
¿conocemos las cosas tal cual son? etc.
Nicolai Hartmann, en la “Metafísica del Conocimiento” analiza de este modo el fenómeno del conocimiento:
En todo conocimiento se hallan frente a frente un sujeto cognoscente (el ser humano) y un objeto a conocer. La relación existente entre ambos es el conocimiento mismo.. Ambos están separados y frente a frente desde un comienzo. La palabra objeto (objectus) significa: puesto enfrente.
El sujeto del conocimiento solo es sujeto para el objeto y el objeto del conocimiento, solo es objeto para el sujeto. Ambos se hallan en relación recíproca. Los objetos que me rodean sólo son objetos del conocimiento desde el momento en que me dispongo a conocerlos, si no les presto atención me son indiferentes y sólo serán objetos simplemente, pero no objetos del conocimiento. Lo mismo le sucede al sujeto: solo será sujeto del conocimiento cuando tiene intención de conocer al objeto, mientras esto no ocurra, será simplemente sujeto
La relación del conocimiento es bilateral pero no reversible. Sujeto y objeto no son permutables; su función es estrictamente diferente.
La función del sujeto es aprehender al objeto; y la del objeto es ser aprehendido por el sujeto.
Ese aprehender es visto como una salida del sujeto desde su esfera, como un trascender, y una intervención en la esfera del objeto. Luego se produce la captación de las propiedades del objeto y un regreso del sujeto hacia su esfera, trayendo consigo las propiedades del objeto conocido. El sujeto no puede captar las propiedades del objeto sin trascender, y tampoco puede incorporarlas a sí mismo sin regresar a su propia esfera. Por eso el acto del conocimiento se presenta como un acto en tres fases: salir, estar fuera, retorno del sujeto a sí mismo.
En el proceso del conocimiento, el objeto no sufre ninguna modificación. Sus propiedades no se alteran por el hecho de ser captadas por el sujeto. El objeto es totalmente indiferente al hecho de ser conocido. El sujeto, en cambio, no es indiferente: el sujeto se siente atraído por el objeto, y es quien se dirige hacia él.
Por su parte, el sujeto, cuando “regresa” a sí mismo, no trae el objeto consigo, sino que solo trae sus cualidades, sus propiedades, sus características, pero no al objeto en sí. En la mente del sujeto solo puede estar la imagen del objeto, pero no el objeto en sí.
El sujeto es quien se modifica en el acto del conocimiento. El objeto permanece inalterado e indiferente. El sujeto es quien sufre alteraciones. En su conciencia ha nacido la imagen del objeto.
La imagen es el tercer elemento en la relación. La imagen no es el objeto mismo, pero es su representación, posee sus mismas propiedades. Pero por su ubicación, está dentro de la esfera del sujeto, (en su conciencia o en su mente o en su pensamiento), y además, puede ser modificada por el sujeto.
Para reflexionar:
1-¿Quién es el sujeto y quién es el objeto cuando dos seres humanos intentan conocerse?
El problema del conocimiento admite muchas interrogantes. Una de ellas es la que se refiere a las fuentes u orígenes del conocimiento. Y ante este problema existen dos posiciones: racionalistas y empiristas, y una tercera que es el criticismo de Kant que conjuga argumentos de ambas.
Para los racionalistas, el origen del conocimiento es la razón humana. No creen en la confiabilidad de los sentidos. Para los empiristas, por el contrario, la fuente del conocimiento es la experiencia.
René Descartes, filósofo y matemático del S XVII, es el máximo exponente del racionalismo. Descartes afirma que los sentidos nos engañan. Afirma que nuestros ojos nos dicen que el sol es pequeño, cuando en realidad es inmenso. Afirma también que si miramos desde una ventana hacia la calle (desde lo alto), veremos pasar hombres caminando. Pero en realidad, lo que nuestros ojos nos muestran son solo capas y sombreros; debajo de ellos pueden ir “muñecos de resorte” También afirma, que si tomamos un trozo de cera, nuestros sentidos nos dirán que es de color blanca, que es sólida, que suena al golpearla, y que tiene el perfume de las flores. Pero si la acercamos al fuego, perderá la consistencia sólida, el color blanco, el perfume y el sonido. Sin embargo, nosotros “sabemos” que sigue siendo cera. No es la cera un montón de datos sensoriales: perfume, color, dureza, sino una idea en nuestra mente.
Por eso, afirma Descartes, que si queremos conocer algo, debemos comenzar por destruir todo el falso conocimiento que los sentidos nos han ido suministrando.
Por eso comienza por decir: dudo de todo lo que veo, de todo lo que he aprendido, de todo lo que mis maestros me han enseñado. Muchas veces he soñado que estaba sentado aquí en este mismo sillón junto al fuego, y sin embargo ha sido solo un sueño. ¿Quién me garantiza ahora que no estoy soñando?
Pero en medio de esta duda, una sola cosa es clara: estoy dudando. Y si dudo es porque pienso, y si pienso, entonces existo.
¿Qué soy yo, entonces? Solo eso: una cosa que piensa. Y existo hasta el momento en que mi pensamiento dure.
La idea de la duda es innegable. Es una idea que se presenta a mi espíritu como “clara y distinta”. Es decir que es una evidencia incuestionable. Por eso, para Descartes, el punto de partida de cualquier conocimiento válido es ese: las ideas claras y distintas, sobre las cuales no cabe la menor duda.
Para este filósofo, las ideas de este tipo son innatas. Es decir que nacemos con ellas, y han sido puestas en nuestra mente por Dios. Existen ideas que no necesitan ninguna demostración ni mucho menos verificación empírica: cuando decimos “el todo es mayor que las partes” estamos ante una verdad indudable, su evidencia no es sensorial, sino racional. Es una idea innata.
Para Descartes, lo fundamental era encontrar un método para llegar a la verdad. El método que él propone consta de cuatro reglas.
1° un criterio de verdad que no sea la evidencia sensible sino la evidencia racional.
Como vimos, esta evidencia racional es la existencia de ideas “claras y distintas”.
2°-la segunda regla es la del análisis. Analizar todo hasta sus elementos más simples.
Se trata de reducir un problema complejo en sus elementos más simples, hasta llegar a encontrar una idea clara y distinta.
3°- el tercer paso consiste en recomponer.. Partiendo de elementos simples, que son verdades indudables, se trata de realizar una síntesis válida.
4°en cuarto lugar, hay que revisar todo cuidadosamente, para evitar errores y omisiones.
Como vimos anteriormente, la primera certeza de Descartes es “pienso, luego existo”. De esta verdad, se derivarán por deducción racional la certeza de que todas las cosas existen y de que también hay Dios. Pero todo se deduce, nada se ve con los ojos. La razón se constituye en la base y la fuente del conocimiento humano. Descartes fue un matemático muy destacado. La deducción es el método empleado por la matemática, y es el método que el racionalista acepta como válido. Racionalismo y deducción son los pilares de las ciencias formales: Lógica y Matemáticas.
El empirismo por el contrario, afirma que no existen ideas innatas, que al nacer la mente humana es como una página en blanco, o una “tábula rasa”. En esta página en blanco, la experiencia, los sentidos, irán imprimiendo todos los conocimientos que poseemos. “Nada hay en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos” afirma el empirismo. El empirismo se convirtió en la base de las ciencias fácticas o experimentales, también llamadas ciencias de observación. Solo así pudo la ciencia avanzar: las verdades generales no son conocidas de antemano; el hombre de ciencia ha debido observar, ver, tocar, experimentar con muchos casos particulares, para llegar a la ley general. Inducción y empirismo se unen para dar origen al surgimiento de la física, la química, la biología, o sea las ciencias de la naturaleza, y posteriormente las ciencias sociales.
El empirismo ha tenido muchos representantes. Locke, fue uno de los primeros. También Berkeley. Pero el máximo exponente del empirismo es el inglés David Hume. Hume establece una distinción entre las impresiones y las ideas. Las impresiones están dadas por las sensaciones de cualquier tipo que experimentamos, las segundas son las huellas que quedan de las sensaciones en el pensamiento.
También distingue entre ideas simples e ideas compuestas. Las primeras son indivisibles, como la idea de “rojo”, en cambio la idea de “manzana” es compuesta pues además de rojo, incluye otras ideas más Las impresiones son más fuertes y vivaces que las ideas. No existe una idea simple que no haya sido originada en una impresión sensorial. La impresión precede a la idea, y si tenemos atrofiado algún sentido, no nos formaremos las ideas que de él proceden.
Esto se convierte en un criterio de verdad para las ideas: una idea será verdadera si tiene su origen en la experiencia; si no, será “inventada” por el sujeto.
Hume rechaza la metafísica y la teología, como “saberes Ilusorios”. Solo admite la matemática y la ciencia natural, como conocimientos legítimos.
Para reflexionar:
2- ¿Cómo se aprenden y se enseñan las matemáticas en la escuela: deduciendo, demostrando teoremas en la pizarra o viendo, y manipulando objetos?
El criticismo de Kant es una postura que combina el planteo de racionalistas y empiristas, o que por lo menos, reconoce la verdad parcial que encierran ambas posiciones.
Kant parte de una postura cercana al racionalismo, pero pronto comprende que la razón por sí misma no es la única causa del conocimiento. Es innegable el papel que juega la experiencia, papel que es imposible desconocer. Kant afirma, sin embargo, que la experiencia por sí misma no nos daría nada más que un cúmulo de impresiones amorfas, un conglomerado de sensaciones sin sentido.
Por eso, la solución kantiana consiste en lo siguiente:
-la razón, o sea, la mente humana aporta para el conocimiento las formas puras de la intuición sensible: espacio y tiempo. Estas nociones serían algo así como dos moldes, dos formas vacías de contenido, que se irían llenando con todo el contenido de la experiencia. Son formas a priori, es decir, independientes de toda experiencia.
-los sentidos aportan el conocimiento de las cosas: la materia de la intuición sensible. Y esta materia es ordenada en relaciones de espacio y de tiempo. El espacio y el tiempo, para Kant, no son nada en sí mismos. No son entidades reales. Son solo creaciones de la mente humana. Son formas a priori. Son las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento. El espacio nos permite percibir las cosas como juntas o separadas, como próximas o lejanas. El tiempo es el que nos permite ver las cosas en una sucesión de acontecimientos. Pero no existen por si mismos; son una creación de la mente del hombre.
Gracias a la conjunción de estos dos factores: las formas puras y el contenido de la experiencia, es que se constituye en la mente humana la percepción de algo. Es la formación de las intuiciones. Pero para que esas intuiciones puedan ser identificadas como “algo”, como un libro, como un lápiz o como un objeto cualquiera, a ese “algo” debemos someterlo a las categorías del pensamiento. Hasta aquí el conocimiento se había producido a nivel de la sensibilidad: la sensibilidad es la capacidad de formarnos percepciones o intuiciones sensibles de las cosas que nos rodean. Pero luego esa intuición pasa por el entendimiento. Las intuiciones son sometidas a las categorías.
Las categorías son también formas vacías del entendimiento, que existen en la mente humana como una capacidad, como una condición previa para el conocimiento. Las categorías nos permiten formarnos conceptos Son también moldes vacíos que se aplican a la percepción de las cosas. Así, estas categorías que son doce, según Kant, nos permiten tener ideas, conceptos. Una de las categorías más importantes es la de sustancia, otra es la de causa. Es por eso, que la noción de causa se convierte en una especie de conocimiento que posee una certeza indudable. Porque se adquiere con la experiencia pero se apoya en una categoría a priori del entendimiento.
Según Kant, a las cosas tal cual son, no podemos conocerlas. Sólo tenemos de ellas el conocimiento que nuestra capacidad humana de conocer nos permite. Solo podemos conocer de ellas el fenómeno, es decir lo que se nos muestra, su apariencia. Pero jamás sabremos cómo son las cosas en sí mismas. A esta postura se le llama idealismo. Y se opone al realismo que es la posición opuesta y que afirma que el ser humano es capaz de conocer las cosas tal como son en la realidad; o mejor dicho: que las cosas reales son tal como las percibimos.
Para reflexionar:
3-¿Existen espacio y tiempo o son sólo creaciones de la mente humana?
idealismo y realismo
El problema que encaran estas dos posiciones gnoseológicas: idealismo y realismo, es la respuesta a la pregunta sobre la esencia del conocimiento.
¿Conocemos las cosas tal cual son o sólo la apariencia que revisten para nosotros?
¿Puede el hombre decir que conoce algo realmente?
¿Son los vegetales, las piedras y el agua tal como los vemos?
¿Si tuviéramos un sexto sentido, percibiríamos en ellos propiedades que hoy no advertimos?
La primer respuesta a esto la constituye el realismo. Realismo viene de “res” que significa “cosa”. El realismo afirma que las cosas son tal como las percibimos, y afirma también que el hombre tiene la posibilidad de conocerlo todo.
Para el idealismo, en cambio, todo nuestro conocimiento de las cosas, es lo que nuestro aparato sensorial nos permite conocer de ellas: no sabemos, en realidad, cómo son, sólo sabemos de ellas lo que somos capaces de captar. Por eso es que la idea que tenemos de las cosas, es sólo eso: una idea y nada más. Resulta imposible explicar a una persona ciega de nacimiento, qué significa el rojo, el azul o el verde; del mismo modo si el hombre careciera del sentido de la vista jamás sabríamos que las cosas son rojas verdes o azules, y esas palabras no existirían en nuestro vocabulario. Del mismo modo, puede ocurrir que los objetos que nos rodean posean propiedades que no somos capaces de percibir, porque no tenemos con qué percibirlas.
Berkeley llega al idealismo extremo, al afirmar que no podemos afirmar que el mundo exterior sea real. Porque todo lo que sabemos de él es lo que nos dicen nuestras sensaciones, y nuestras sensaciones son nuestras, están dentro de nuestra conciencia. Esse est percippi es su famosa frase, la cual significa: “el ser de las cosas es ser percibidas”. Y para él las cosas son ideas y nada más que ideas. Algo que no pueda ser percibido por ninguna mente humana en algún momento, sencillamente no existe.
Kant no duda de que las cosas reales existen, pero manifiesta que, en sí mismas, son incognoscibles; sólo podemos conocerlas a través de nuestro instrumental gnoseológico: espacio, tiempo y categorías. Preguntarse por el ser en sí de las cosas, fuera del espacio, el tiempo y las categorías, impuestas por el sujeto, es imposible. Espacio, tiempo, y categorías, son las condiciones de posibilidad del conocimiento; sin ellas, nada podríamos conocer.
La postura de Kant es un idealismo, porque en ella el sujeto elabora, construye o constituye el objeto, a partir de una materia que le es dada desde el mundo exterior.
Solo conocemos –según Kant- el fenómeno, es decir, el aparecer de la cosa en la conciencia una vez que ha sido organizada, ordenada por las formas a priori de la sensibilidad: espacio y tiempo.
Aristóteles, el filósofo griego del S III A.C. fue el primer realista. Afirmaba que lo que existen son las cosas que nos rodean. Las cosas son reales. Y en cada cosa es posible descubrir cuatro causas: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final.
Así, por ejemplo, en una mesa, la causa material sería la madera, la causa formal sería la forma de mesa (redonda o cuadrada, no importa, pero con forma de mesa) , la causa eficiente sería el carpintero o el artesano que la fabricó, y la causa final sería la finalidad, el para qué fue construida. En el caso de la mesa, la causa final sería para comer, para escribir, etc.
Para reflexionar:
4- ¿Son las cosas tal como las vemos como afirma el realismo?
5- ¿Qué propiedades tiene para nosotros la hoja de una planta? Descríbela.
¿Cómo la describiría un insecto o un caracol que se alimenta de ella?
¿Cómo es en realidad la hoja, como la vemos nosotros a simple vista, como nos la muestra el microscopio, o como la percibe el insecto?
¿cómo podemos conocer?
¿es posible el conocimiento de algo?
¿conocemos las cosas tal cual son? etc.
Nicolai Hartmann, en la “Metafísica del Conocimiento” analiza de este modo el fenómeno del conocimiento:
En todo conocimiento se hallan frente a frente un sujeto cognoscente (el ser humano) y un objeto a conocer. La relación existente entre ambos es el conocimiento mismo.. Ambos están separados y frente a frente desde un comienzo. La palabra objeto (objectus) significa: puesto enfrente.
El sujeto del conocimiento solo es sujeto para el objeto y el objeto del conocimiento, solo es objeto para el sujeto. Ambos se hallan en relación recíproca. Los objetos que me rodean sólo son objetos del conocimiento desde el momento en que me dispongo a conocerlos, si no les presto atención me son indiferentes y sólo serán objetos simplemente, pero no objetos del conocimiento. Lo mismo le sucede al sujeto: solo será sujeto del conocimiento cuando tiene intención de conocer al objeto, mientras esto no ocurra, será simplemente sujeto
La relación del conocimiento es bilateral pero no reversible. Sujeto y objeto no son permutables; su función es estrictamente diferente.
La función del sujeto es aprehender al objeto; y la del objeto es ser aprehendido por el sujeto.
Ese aprehender es visto como una salida del sujeto desde su esfera, como un trascender, y una intervención en la esfera del objeto. Luego se produce la captación de las propiedades del objeto y un regreso del sujeto hacia su esfera, trayendo consigo las propiedades del objeto conocido. El sujeto no puede captar las propiedades del objeto sin trascender, y tampoco puede incorporarlas a sí mismo sin regresar a su propia esfera. Por eso el acto del conocimiento se presenta como un acto en tres fases: salir, estar fuera, retorno del sujeto a sí mismo.
En el proceso del conocimiento, el objeto no sufre ninguna modificación. Sus propiedades no se alteran por el hecho de ser captadas por el sujeto. El objeto es totalmente indiferente al hecho de ser conocido. El sujeto, en cambio, no es indiferente: el sujeto se siente atraído por el objeto, y es quien se dirige hacia él.
Por su parte, el sujeto, cuando “regresa” a sí mismo, no trae el objeto consigo, sino que solo trae sus cualidades, sus propiedades, sus características, pero no al objeto en sí. En la mente del sujeto solo puede estar la imagen del objeto, pero no el objeto en sí.
El sujeto es quien se modifica en el acto del conocimiento. El objeto permanece inalterado e indiferente. El sujeto es quien sufre alteraciones. En su conciencia ha nacido la imagen del objeto.
La imagen es el tercer elemento en la relación. La imagen no es el objeto mismo, pero es su representación, posee sus mismas propiedades. Pero por su ubicación, está dentro de la esfera del sujeto, (en su conciencia o en su mente o en su pensamiento), y además, puede ser modificada por el sujeto.
Para reflexionar:
1-¿Quién es el sujeto y quién es el objeto cuando dos seres humanos intentan conocerse?
El problema del conocimiento admite muchas interrogantes. Una de ellas es la que se refiere a las fuentes u orígenes del conocimiento. Y ante este problema existen dos posiciones: racionalistas y empiristas, y una tercera que es el criticismo de Kant que conjuga argumentos de ambas.
Para los racionalistas, el origen del conocimiento es la razón humana. No creen en la confiabilidad de los sentidos. Para los empiristas, por el contrario, la fuente del conocimiento es la experiencia.
René Descartes, filósofo y matemático del S XVII, es el máximo exponente del racionalismo. Descartes afirma que los sentidos nos engañan. Afirma que nuestros ojos nos dicen que el sol es pequeño, cuando en realidad es inmenso. Afirma también que si miramos desde una ventana hacia la calle (desde lo alto), veremos pasar hombres caminando. Pero en realidad, lo que nuestros ojos nos muestran son solo capas y sombreros; debajo de ellos pueden ir “muñecos de resorte” También afirma, que si tomamos un trozo de cera, nuestros sentidos nos dirán que es de color blanca, que es sólida, que suena al golpearla, y que tiene el perfume de las flores. Pero si la acercamos al fuego, perderá la consistencia sólida, el color blanco, el perfume y el sonido. Sin embargo, nosotros “sabemos” que sigue siendo cera. No es la cera un montón de datos sensoriales: perfume, color, dureza, sino una idea en nuestra mente.
Por eso, afirma Descartes, que si queremos conocer algo, debemos comenzar por destruir todo el falso conocimiento que los sentidos nos han ido suministrando.
Por eso comienza por decir: dudo de todo lo que veo, de todo lo que he aprendido, de todo lo que mis maestros me han enseñado. Muchas veces he soñado que estaba sentado aquí en este mismo sillón junto al fuego, y sin embargo ha sido solo un sueño. ¿Quién me garantiza ahora que no estoy soñando?
Pero en medio de esta duda, una sola cosa es clara: estoy dudando. Y si dudo es porque pienso, y si pienso, entonces existo.
¿Qué soy yo, entonces? Solo eso: una cosa que piensa. Y existo hasta el momento en que mi pensamiento dure.
La idea de la duda es innegable. Es una idea que se presenta a mi espíritu como “clara y distinta”. Es decir que es una evidencia incuestionable. Por eso, para Descartes, el punto de partida de cualquier conocimiento válido es ese: las ideas claras y distintas, sobre las cuales no cabe la menor duda.
Para este filósofo, las ideas de este tipo son innatas. Es decir que nacemos con ellas, y han sido puestas en nuestra mente por Dios. Existen ideas que no necesitan ninguna demostración ni mucho menos verificación empírica: cuando decimos “el todo es mayor que las partes” estamos ante una verdad indudable, su evidencia no es sensorial, sino racional. Es una idea innata.
Para Descartes, lo fundamental era encontrar un método para llegar a la verdad. El método que él propone consta de cuatro reglas.
1° un criterio de verdad que no sea la evidencia sensible sino la evidencia racional.
Como vimos, esta evidencia racional es la existencia de ideas “claras y distintas”.
2°-la segunda regla es la del análisis. Analizar todo hasta sus elementos más simples.
Se trata de reducir un problema complejo en sus elementos más simples, hasta llegar a encontrar una idea clara y distinta.
3°- el tercer paso consiste en recomponer.. Partiendo de elementos simples, que son verdades indudables, se trata de realizar una síntesis válida.
4°en cuarto lugar, hay que revisar todo cuidadosamente, para evitar errores y omisiones.
Como vimos anteriormente, la primera certeza de Descartes es “pienso, luego existo”. De esta verdad, se derivarán por deducción racional la certeza de que todas las cosas existen y de que también hay Dios. Pero todo se deduce, nada se ve con los ojos. La razón se constituye en la base y la fuente del conocimiento humano. Descartes fue un matemático muy destacado. La deducción es el método empleado por la matemática, y es el método que el racionalista acepta como válido. Racionalismo y deducción son los pilares de las ciencias formales: Lógica y Matemáticas.
El empirismo por el contrario, afirma que no existen ideas innatas, que al nacer la mente humana es como una página en blanco, o una “tábula rasa”. En esta página en blanco, la experiencia, los sentidos, irán imprimiendo todos los conocimientos que poseemos. “Nada hay en el intelecto que no haya pasado antes por los sentidos” afirma el empirismo. El empirismo se convirtió en la base de las ciencias fácticas o experimentales, también llamadas ciencias de observación. Solo así pudo la ciencia avanzar: las verdades generales no son conocidas de antemano; el hombre de ciencia ha debido observar, ver, tocar, experimentar con muchos casos particulares, para llegar a la ley general. Inducción y empirismo se unen para dar origen al surgimiento de la física, la química, la biología, o sea las ciencias de la naturaleza, y posteriormente las ciencias sociales.
El empirismo ha tenido muchos representantes. Locke, fue uno de los primeros. También Berkeley. Pero el máximo exponente del empirismo es el inglés David Hume. Hume establece una distinción entre las impresiones y las ideas. Las impresiones están dadas por las sensaciones de cualquier tipo que experimentamos, las segundas son las huellas que quedan de las sensaciones en el pensamiento.
También distingue entre ideas simples e ideas compuestas. Las primeras son indivisibles, como la idea de “rojo”, en cambio la idea de “manzana” es compuesta pues además de rojo, incluye otras ideas más Las impresiones son más fuertes y vivaces que las ideas. No existe una idea simple que no haya sido originada en una impresión sensorial. La impresión precede a la idea, y si tenemos atrofiado algún sentido, no nos formaremos las ideas que de él proceden.
Esto se convierte en un criterio de verdad para las ideas: una idea será verdadera si tiene su origen en la experiencia; si no, será “inventada” por el sujeto.
Hume rechaza la metafísica y la teología, como “saberes Ilusorios”. Solo admite la matemática y la ciencia natural, como conocimientos legítimos.
Para reflexionar:
2- ¿Cómo se aprenden y se enseñan las matemáticas en la escuela: deduciendo, demostrando teoremas en la pizarra o viendo, y manipulando objetos?
El criticismo de Kant es una postura que combina el planteo de racionalistas y empiristas, o que por lo menos, reconoce la verdad parcial que encierran ambas posiciones.
Kant parte de una postura cercana al racionalismo, pero pronto comprende que la razón por sí misma no es la única causa del conocimiento. Es innegable el papel que juega la experiencia, papel que es imposible desconocer. Kant afirma, sin embargo, que la experiencia por sí misma no nos daría nada más que un cúmulo de impresiones amorfas, un conglomerado de sensaciones sin sentido.
Por eso, la solución kantiana consiste en lo siguiente:
-la razón, o sea, la mente humana aporta para el conocimiento las formas puras de la intuición sensible: espacio y tiempo. Estas nociones serían algo así como dos moldes, dos formas vacías de contenido, que se irían llenando con todo el contenido de la experiencia. Son formas a priori, es decir, independientes de toda experiencia.
-los sentidos aportan el conocimiento de las cosas: la materia de la intuición sensible. Y esta materia es ordenada en relaciones de espacio y de tiempo. El espacio y el tiempo, para Kant, no son nada en sí mismos. No son entidades reales. Son solo creaciones de la mente humana. Son formas a priori. Son las condiciones de posibilidad de la experiencia y del conocimiento. El espacio nos permite percibir las cosas como juntas o separadas, como próximas o lejanas. El tiempo es el que nos permite ver las cosas en una sucesión de acontecimientos. Pero no existen por si mismos; son una creación de la mente del hombre.
Gracias a la conjunción de estos dos factores: las formas puras y el contenido de la experiencia, es que se constituye en la mente humana la percepción de algo. Es la formación de las intuiciones. Pero para que esas intuiciones puedan ser identificadas como “algo”, como un libro, como un lápiz o como un objeto cualquiera, a ese “algo” debemos someterlo a las categorías del pensamiento. Hasta aquí el conocimiento se había producido a nivel de la sensibilidad: la sensibilidad es la capacidad de formarnos percepciones o intuiciones sensibles de las cosas que nos rodean. Pero luego esa intuición pasa por el entendimiento. Las intuiciones son sometidas a las categorías.
Las categorías son también formas vacías del entendimiento, que existen en la mente humana como una capacidad, como una condición previa para el conocimiento. Las categorías nos permiten formarnos conceptos Son también moldes vacíos que se aplican a la percepción de las cosas. Así, estas categorías que son doce, según Kant, nos permiten tener ideas, conceptos. Una de las categorías más importantes es la de sustancia, otra es la de causa. Es por eso, que la noción de causa se convierte en una especie de conocimiento que posee una certeza indudable. Porque se adquiere con la experiencia pero se apoya en una categoría a priori del entendimiento.
Según Kant, a las cosas tal cual son, no podemos conocerlas. Sólo tenemos de ellas el conocimiento que nuestra capacidad humana de conocer nos permite. Solo podemos conocer de ellas el fenómeno, es decir lo que se nos muestra, su apariencia. Pero jamás sabremos cómo son las cosas en sí mismas. A esta postura se le llama idealismo. Y se opone al realismo que es la posición opuesta y que afirma que el ser humano es capaz de conocer las cosas tal como son en la realidad; o mejor dicho: que las cosas reales son tal como las percibimos.
Para reflexionar:
3-¿Existen espacio y tiempo o son sólo creaciones de la mente humana?
idealismo y realismo
El problema que encaran estas dos posiciones gnoseológicas: idealismo y realismo, es la respuesta a la pregunta sobre la esencia del conocimiento.
¿Conocemos las cosas tal cual son o sólo la apariencia que revisten para nosotros?
¿Puede el hombre decir que conoce algo realmente?
¿Son los vegetales, las piedras y el agua tal como los vemos?
¿Si tuviéramos un sexto sentido, percibiríamos en ellos propiedades que hoy no advertimos?
La primer respuesta a esto la constituye el realismo. Realismo viene de “res” que significa “cosa”. El realismo afirma que las cosas son tal como las percibimos, y afirma también que el hombre tiene la posibilidad de conocerlo todo.
Para el idealismo, en cambio, todo nuestro conocimiento de las cosas, es lo que nuestro aparato sensorial nos permite conocer de ellas: no sabemos, en realidad, cómo son, sólo sabemos de ellas lo que somos capaces de captar. Por eso es que la idea que tenemos de las cosas, es sólo eso: una idea y nada más. Resulta imposible explicar a una persona ciega de nacimiento, qué significa el rojo, el azul o el verde; del mismo modo si el hombre careciera del sentido de la vista jamás sabríamos que las cosas son rojas verdes o azules, y esas palabras no existirían en nuestro vocabulario. Del mismo modo, puede ocurrir que los objetos que nos rodean posean propiedades que no somos capaces de percibir, porque no tenemos con qué percibirlas.
Berkeley llega al idealismo extremo, al afirmar que no podemos afirmar que el mundo exterior sea real. Porque todo lo que sabemos de él es lo que nos dicen nuestras sensaciones, y nuestras sensaciones son nuestras, están dentro de nuestra conciencia. Esse est percippi es su famosa frase, la cual significa: “el ser de las cosas es ser percibidas”. Y para él las cosas son ideas y nada más que ideas. Algo que no pueda ser percibido por ninguna mente humana en algún momento, sencillamente no existe.
Kant no duda de que las cosas reales existen, pero manifiesta que, en sí mismas, son incognoscibles; sólo podemos conocerlas a través de nuestro instrumental gnoseológico: espacio, tiempo y categorías. Preguntarse por el ser en sí de las cosas, fuera del espacio, el tiempo y las categorías, impuestas por el sujeto, es imposible. Espacio, tiempo, y categorías, son las condiciones de posibilidad del conocimiento; sin ellas, nada podríamos conocer.
La postura de Kant es un idealismo, porque en ella el sujeto elabora, construye o constituye el objeto, a partir de una materia que le es dada desde el mundo exterior.
Solo conocemos –según Kant- el fenómeno, es decir, el aparecer de la cosa en la conciencia una vez que ha sido organizada, ordenada por las formas a priori de la sensibilidad: espacio y tiempo.
Aristóteles, el filósofo griego del S III A.C. fue el primer realista. Afirmaba que lo que existen son las cosas que nos rodean. Las cosas son reales. Y en cada cosa es posible descubrir cuatro causas: causa material, causa formal, causa eficiente y causa final.
Así, por ejemplo, en una mesa, la causa material sería la madera, la causa formal sería la forma de mesa (redonda o cuadrada, no importa, pero con forma de mesa) , la causa eficiente sería el carpintero o el artesano que la fabricó, y la causa final sería la finalidad, el para qué fue construida. En el caso de la mesa, la causa final sería para comer, para escribir, etc.
Para reflexionar:
4- ¿Son las cosas tal como las vemos como afirma el realismo?
5- ¿Qué propiedades tiene para nosotros la hoja de una planta? Descríbela.
¿Cómo la describiría un insecto o un caracol que se alimenta de ella?
¿Cómo es en realidad la hoja, como la vemos nosotros a simple vista, como nos la muestra el microscopio, o como la percibe el insecto?
el conocimiento: la tercera memoria
Todas las especies animales desarrollan una actividad específica y característica para defenderse del peligro: los grandes felinos atacan, las liebres huyen, los escarabajos escarban , etc.
Todas las especies, además, acostumbran a construir refugios para proteger a sus crías. Estos refugios o viviendas son propios de cada especie y son iguales a los que esa misma especie construía hace mil años atrás. El hornero de hoy, construye su nido igual que sus antepasados; los lobos que hoy viven en estado salvaje, construyen sus madrigueras exactamente igual a como lo han hecho todos los lobos desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, el hombre es el único animal que construye su vivienda de mil maneras diferentes: una choza de la sabana de Africa es tan distinta de un chalet de nuestros balnearios; como un castillo medieval lo es de un rascacielos moderno.
Al parecer, en el animal las conductas defensivas y de conservación de la especie son inmodificables. Vienen inscriptas en su código genético. Y aunque ese animal viva entre humanos no es capaz de modificar sus conductas defensivas, sus rituales de apareamiento o de defensa de la prole.
En cambio el hombre las aprende de sus padres. Un ser humano no nace sabiendo anidar ni construir cuevas, sino que aprende de los adultos que le rodean, cómo construir artefactos o desarrollar destrezas defensivas. Estos conocimientos se transmiten de padres a hijos por medio de la educación. Es por eso, que a lo largo de la historia de la Humanidad, esta ha podido ir avanzando: porque el hombre es el único animal que aprende de sus mayores y que transmite sus saberes a su descendencia, de modo que cada hallazgo individual se conserve en la memoria colectiva. Es así, que se ha ido formando un bagaje de conocimientos que viene creciendo en forma exponencial en los últimos tiempos y que se almacena externamente en libros, discos, cintas grabadas, etc y especialmente en la web.
Esto es lo que constituye la “tercera memoria”, memoria que es privativa de la especie humana.
A la memoria genética, que tienen todas las especies, responsable de que los padres se parezcan a los hijos y de que una célula se reproduzca idéntica a sí misma, se agrega, en los animales superiores la memoria psicológica: esa vivencia personal e intransferible a la que llamamos “memoria”.
Pero en el hombre existe una tercera memoria: el patrimonio informacional de la humanidad, que no pertenece a ningún hombre en particular sino a todos, y que ningún hombre en la actualidad podría abarcar por su inabarcable amplitud.
Esta tercera memoria constituida por todos los saberes que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de su evolución, es la responsable de la tercera etapa en el proceso evolutivo planetario, etapa que se inició con la aparición del hombre y que se denomina evolución cultural o socio-histórica. Recordemos que desde el Big-Bang hasta el surgimiento de la vida, transcurre la etapa denominada evolución pre-biológica; con la aparición de la vida en el fondo de los océanos comienza una nueva etapa: la evolución de las especies o evolución biológica, que culmina con la aparición del hombre. Y es con este, que se inicia la tercera etapa: la evolución cultural, compuesta por cambios radicales en la forma de vestirse, protegerse, alimentarse, etc. que ha desarrollado la humanidad en los años que lleva sobre la faz de la tierra, fruto de hallazgos, descubrimientos, y saberes transmitidos, compartidos, construidos y modificados, que le han permitido interpretar y modificar el comportamiento de la materia, de la energía, de los seres vivos, y de la naturaleza toda.
Esto es el conocimiento. Conocimiento almacenado, y transmitido a través del proceso denominado educación o endoculturación, por medio del cual el pequeño humano se apropia del lenguaje de sus mayores, aprende a manejar utensilios, internaliza pautas culturales, creencias, valores, propios de la cultura en que nació.
De este conocimiento, patrimonio del mundo adulto, deben apropiarse los recién nacidos de la especie humana, para poder convertirse en hombres. Los relatos de niños que han sido criados por animales muestran que en ellos no se desarrollaron las conductas típicamente humanas como el lenguaje, el pensamiento, la conciencia reflexiva; en su lugar aparecieron actitudes propias de la especie que los adoptó.
Leontiev ha dicho que los conocimientos no vienen a instalarse en una conciencia preexistente, sino que la conciencia humana va construyéndose al hilo de los aprendizajes que el individuo hace.
El hombre nace inmaduro. Su cerebro completa su maduración fuera del útero materno. Por eso es capaz de aprender, porque posee una gran plasticidad para hacerlo. Y es por eso, que las conductas que en otras especies son rígidas e inamovibles como los mecanismos de defensa, los rituales de apareamiento, etc. en el hombre son imprevisibles y culturalmente determinados.
Para reflexionar:
En la época actual, con la expansión y diversificación que sufre constantemente el campo total del conocimiento, ¿puede decirse que el docente es el que posee el saber y los alumnos los que lo reciben de él?
Todas las especies, además, acostumbran a construir refugios para proteger a sus crías. Estos refugios o viviendas son propios de cada especie y son iguales a los que esa misma especie construía hace mil años atrás. El hornero de hoy, construye su nido igual que sus antepasados; los lobos que hoy viven en estado salvaje, construyen sus madrigueras exactamente igual a como lo han hecho todos los lobos desde tiempos inmemoriales.
Sin embargo, el hombre es el único animal que construye su vivienda de mil maneras diferentes: una choza de la sabana de Africa es tan distinta de un chalet de nuestros balnearios; como un castillo medieval lo es de un rascacielos moderno.
Al parecer, en el animal las conductas defensivas y de conservación de la especie son inmodificables. Vienen inscriptas en su código genético. Y aunque ese animal viva entre humanos no es capaz de modificar sus conductas defensivas, sus rituales de apareamiento o de defensa de la prole.
En cambio el hombre las aprende de sus padres. Un ser humano no nace sabiendo anidar ni construir cuevas, sino que aprende de los adultos que le rodean, cómo construir artefactos o desarrollar destrezas defensivas. Estos conocimientos se transmiten de padres a hijos por medio de la educación. Es por eso, que a lo largo de la historia de la Humanidad, esta ha podido ir avanzando: porque el hombre es el único animal que aprende de sus mayores y que transmite sus saberes a su descendencia, de modo que cada hallazgo individual se conserve en la memoria colectiva. Es así, que se ha ido formando un bagaje de conocimientos que viene creciendo en forma exponencial en los últimos tiempos y que se almacena externamente en libros, discos, cintas grabadas, etc y especialmente en la web.
Esto es lo que constituye la “tercera memoria”, memoria que es privativa de la especie humana.
A la memoria genética, que tienen todas las especies, responsable de que los padres se parezcan a los hijos y de que una célula se reproduzca idéntica a sí misma, se agrega, en los animales superiores la memoria psicológica: esa vivencia personal e intransferible a la que llamamos “memoria”.
Pero en el hombre existe una tercera memoria: el patrimonio informacional de la humanidad, que no pertenece a ningún hombre en particular sino a todos, y que ningún hombre en la actualidad podría abarcar por su inabarcable amplitud.
Esta tercera memoria constituida por todos los saberes que la humanidad ha ido acumulando a lo largo de su evolución, es la responsable de la tercera etapa en el proceso evolutivo planetario, etapa que se inició con la aparición del hombre y que se denomina evolución cultural o socio-histórica. Recordemos que desde el Big-Bang hasta el surgimiento de la vida, transcurre la etapa denominada evolución pre-biológica; con la aparición de la vida en el fondo de los océanos comienza una nueva etapa: la evolución de las especies o evolución biológica, que culmina con la aparición del hombre. Y es con este, que se inicia la tercera etapa: la evolución cultural, compuesta por cambios radicales en la forma de vestirse, protegerse, alimentarse, etc. que ha desarrollado la humanidad en los años que lleva sobre la faz de la tierra, fruto de hallazgos, descubrimientos, y saberes transmitidos, compartidos, construidos y modificados, que le han permitido interpretar y modificar el comportamiento de la materia, de la energía, de los seres vivos, y de la naturaleza toda.
Esto es el conocimiento. Conocimiento almacenado, y transmitido a través del proceso denominado educación o endoculturación, por medio del cual el pequeño humano se apropia del lenguaje de sus mayores, aprende a manejar utensilios, internaliza pautas culturales, creencias, valores, propios de la cultura en que nació.
De este conocimiento, patrimonio del mundo adulto, deben apropiarse los recién nacidos de la especie humana, para poder convertirse en hombres. Los relatos de niños que han sido criados por animales muestran que en ellos no se desarrollaron las conductas típicamente humanas como el lenguaje, el pensamiento, la conciencia reflexiva; en su lugar aparecieron actitudes propias de la especie que los adoptó.
Leontiev ha dicho que los conocimientos no vienen a instalarse en una conciencia preexistente, sino que la conciencia humana va construyéndose al hilo de los aprendizajes que el individuo hace.
El hombre nace inmaduro. Su cerebro completa su maduración fuera del útero materno. Por eso es capaz de aprender, porque posee una gran plasticidad para hacerlo. Y es por eso, que las conductas que en otras especies son rígidas e inamovibles como los mecanismos de defensa, los rituales de apareamiento, etc. en el hombre son imprevisibles y culturalmente determinados.
Para reflexionar:
En la época actual, con la expansión y diversificación que sufre constantemente el campo total del conocimiento, ¿puede decirse que el docente es el que posee el saber y los alumnos los que lo reciben de él?
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