sábado, 28 de junio de 2008

cultura y personalidad básica

Tradicionalmente la educación fue concebida como una actividad que se desarrollaba exclusivamente en el interior de las instituciones educativas y que comenzaba con el ingreso del niño a la escuela primaria. Sin embargo, hoy sabemos que esto constituye un error. Cuando el niño ingresa a la escuela, trae ya muchísimo camino recorrido. El Jardín de Infantes se encarga de desarrollar, ejercitar y perfeccionar nociones que están en la base de todo el aprendizaje escolar. Es así que la noción de número, que se enseña en primer año, sólo podrá ser adquirida si el niño ya trae consigo las nociones previas de cantidad: “muchos”, “pocos”, “todos”, “algunos”, etc.
Lo mismo sucede con la enseñanza de la historia. La noción de tiempo histórico se apoya en nociones más elementales y abarcativas como lo son “antes”, “después”, “ayer”, “hoy”, etc.
Y así sucesivamente con todas las asignaturas y disciplinas que se enseñan en la escuela.
Sin embargo, tampoco puede pensarse que la educación del niño comienza en el Jardín de Infantes. En efecto, al ingresar a este, el pequeño ya trae, también, muchísimo camino recorrido. Ha aprendido a hablar en el seno de su familia, ha aprendido a controlar esfínteres y domina ya muchos automatismos y hábitos adquiridos en el seno de su hogar. Pero además, ya ha sido iniciado en las pautas de relacionamiento con la sociedad, en ese código no explícito que regula las relaciones interindividuales en cada grupo humano.
En efecto, si concebimos a la educación como la actividad que comienza desde el nacimiento, que se ejerce desde el momento en que el animalito humano tiene contacto con los demás humanos, veremos que –como plantean Fullat, Vygotski, Leontiev, y muchos otros- la educación está en la génesis de lo humano. Solo afloran, surgen y se desarrollan las conductas “emergentes” o del tercer nivel, -es decir todas las conductas catalogadas como propias del ser humano (creatividad, lenguaje conceptual, pensamiento lógico, conciencia de sí, imaginación proyectiva, etc)- cuando el niño está en contacto con los demás humanos. El testimonio de los niños ferales demuestra que cada hombre es fruto de la actividad conjunta. Las actividades intelectuales superiores, específicamente humanas, no brotan espontáneamente con el crecimiento del niño, surgen y se desarrollan por el contacto humano. Solo la convivencia con el mundo humano permite que surja “lo humano” que cada recién nacido trae como una posibilidad.
Pero, las investigaciones de la Antropología Cultural van más allá aún. El concepto de “personalidad básica” vincula estrechamente a cada individuo con la cultura en la que está inmerso. Y el proceso de endoculturación no es más que un proceso educativo, concebida a la educación en su forma más amplia.
Jean Claude Filloux, en su libro “La Personalidad” (Cuadernos de Eudeba, Bs. As., 1967) plantea en el Cap. IV, la relación entre personalidad y cultura. Afirma que es imposible interpretar la conducta del individuo prescindiendo del medio social del cual provienen los estímulos, barreras y modelos que condicionan su acción.
Los trabajos de Sullivan, Karen Horney, Erich Fromm, Kardiner, etc. conceden una primerísima importancia al determinante social, concebida la sociedad como un conjunto de instituciones que poseen un efecto determinante sobre la personalidad.
Las investigaciones de las sociedades primitivas, realizadas por Ruth Benedict, Margaret Mead, Linton, Lévi-Strauss, demostraron la relación existente entre el tipo de cultura y el tipo de personalidad. Y así fue como dejó de estudiarse al niño inserto en el seno de la familia occidental moderna, para centrar la atención en niños provenientes de estructuras familiares muy diferentes, que originan tipos de conducta característicos.
La cultura se define como el conjunto de normas, valores, standards de comportamiento, que traducen el “modo de vida” del grupo. La personalidad es un producto psico-social.
Uno de los pioneros de la antropología cultural, Herskovitz, dice:
“Una cultura es el modo de vida de un pueblo, en tanto que una sociedad es el conjunto organizado de individuos que siguen un determinado modo de vida; más simplemente, una sociedad se compone de individuos; la manera en que estos se comportan constituye su cultura”.
Toda cultura posee tres características:
1º- Aunque toda cultura vive a través de los individuos, siempre guarda una relativa independencia respecto de los que la practican. Ningún individuo conoce todos los detalles de la vida del grupo. La cultura está en el grupo, pero no todos la comprenden y conocen un su totalidad. Es un patrimonio común, no individual.
2º- Toda cultura toma el aspecto de modelos admitidos, compartidos, apremiantes, en mayor o menor grado, “standardizados”. Para el individuo, los modos de comportamiento y de pensamiento que le ofrece la sociedad son normas que le señalan aquello que el grupo aprueba y que, por lo tanto, se considera necesario.
3º-Toda cultura traduce en sus aspectos ideológicos (costumbres, creencias morales, filosóficas, etc.), la manera en que el grupo ha resuelto el problema fundamental de la adaptación al mundo físico. La división del trabajo para la obtención de los bienes materiales es un ejemplo de ello.

Si es cierto que en el hombre predominan los modos de conducta adquiridos sobre los innatos, los procesos de adquisición deben tomar la forma de una endoculturación, o sea, de una internalización de la cultura, proceso efectuado a través del ambiente familiar en primera instancia y continuado por instituciones más abiertas en años posteriores.
La antropología cultural señala claramente que todo ser humano debe sufrir este proceso de endoculturación sin el cual no podría existir como miembro de una sociedad. En el transcurso de este proceso, el individuo aprende las formas de comportamiento admitidas por su grupo, y tiende, por consiguiente, a adoptar el tipo de personalidad que se considera deseable.
Las instituciones relativas a la manera de educar a los niños son determinantes en el proceso de endoculturación, pues las experiencias infantiles estructuran la personalidad de una manera indeleble. Las primeras experiencias del niño dependen de las actitudes adoptadas por los adultos, y de los standards de comportamiento que cada cultura determina para la educación de los niños y para definir los roles de cada uno dentro de la sociedad. Las actitudes de aceptación o de rechazo, de protección o de indiferencia, de autoridad o de tolerancia; la forma en que se los alimenta, se los ama o se los adiestra.
Según Kimbal Young, , para comprender la formación de la personalidad se deben tener en cuenta dentro de cada cultura los siguientes elementos: regularidad y grado de rigidez del aprendizaje; cantidad de frustración impuesta, cantidad de amor, importancia de las sanciones de control moral, concepción que se impone al niño sobre sí mismo; la forma en que se lo alimenta, se lo desteta, se lo premia o se lo castiga para el control de esfínteres, etc.
Kardiner, con la colaboración de Linton promovió el estudio de Cora Du Bois en las islas Alor.

En esta sociedad en que existe buena alimentación (trigo, arroz, bananas, carnes diversas) las mujeres se ocupan de todo cuanto concierne a los cereales y el cultivo de la tierra; los hombres de todo lo que concierne a la carne (cría, matanza, cocción). Hombres y mujeres comen separadamente, son avaros con la comida y no gustan compartirla. La principal actividad masculina consiste en transacciones financieras; el matrimonio es objeto de complicadísimos tratos. Existen odios familiares, guerras de clanes, robos de niños, pero todo puede arreglarse por dinero. La religión está poco elaborada, el dios supremo es un acreedor impaciente al que hay que satisfacer con sacrificios. Se conoce el papel que desempeña el padre en el nacimiento. Después del parto, la mujer permanece ocho días en su casa y da de mamar al niño; luego, al cabo de quince días retorna al trabajo e interrumpe la lactancia. Privado de su madre durante todo el día, librado al cuidado de sus hermanos mayores que lo alimentan mezquina e irregularmente con legumbres y bananas ya masticadas, el niño trata de succionar los dedos de sus hermanos. Más tarde formará parte de bandas de niños en las que se admite el robo en común y el robo entre sus propios miembros.
En esas condiciones, el niño experimenta intolerables frustraciones desde los primeros días de su vida; al mismo tiempo se encuentra privado del sentimiento de seguridad que emana de la imagen materna: la aparición intermitente de la madre por la mañana y por la noche no mejora la situación; se convierte, más bien, en un irritante adicional porque la única imagen de la madre que puede surgir como consecuencia de su atención episódica está caracterizada por sus rasgos frustrantes. Después, la actitud de los padres no hace sino corroborar la primera incoherencia: falta de estímulo e indiferencia cuando el niño aprende a caminar, indiferencia del padre cuya única conducta estable consiste en humillar al niño y en burlarse de él por medio de mentiras y falsas promesas que confirman en el niño el sentimiento de su impotencia para adaptarse a un mundo donde no se puede confiar. La formación del súper-yo es débil y todo obra a modo de provocar un desmenuzamiento de la conducta, en la que alternan la pasividad y violentas explosiones agresivas.
El tipo de personalidad básica que se desprende de esta civilización se caracteriza por la falta de organización de todas las conductas; esta personalidad básica es ansiosa desconfiada, falta de confianza en sí, indiferente al mundo exterior, impotente para emprender, llena de odio reprimido y de agresión latente. Las vanas transacciones financieras se explican por la hostilidad de todos contra todos y expresan a su manera la ansiedad por el alimento; todo el sistema financiero es una serie de obligaciones por las cuales los deseos inconci9entes buscan su satisfacción. En cuanto a la religión, esta es la proyección directa de la personalidad básica con sus dioses ávidos y frustrantes.
Kardiner destaca en esta sociedad una suerte de círculo vicioso particularmente nítido: una determinada concepción del mundo origina una determinada actitud de los padres con respecto a los hijos; esto determina en los hijos actitudes que a su vez los harán actuar con sus propios hijos en la forma en que sus padres actuaron con ellos.”
[1]

Si en cada cultura , standards culturales idénticos rigen la educación de los niños, es de prever que se crearán en estos, estructuras reaccionales comunes que son, a su vez, causa de la formación en la edad adulta de rasgos fundamentales comunes. Kardiner elaboró el concepto de “personalidad básica” para caracterizar a aquellos rasgos de personalidad que comparten los individuos de una misma cultura por obra de la educación recibida.
La personalidad básica está determinada por las instituciones primarias (organización de la familia, reglas o costumbres de educación, disciplinas básicas) y determina a su vez, las instituciones secundarias (religiones, mitos, sistemas de valores, ideologías, etc.); de este modo resulta ser el nudo de las interacciones entre lo individual y lo social.
Kardiner definió la P.B. como: una configuración psicológica particular, propia de los miembros de una determinada sociedad, que se manifiesta por un determinado estilo de vida sobre el cual los individuos tejen sus variantes singulares.
[1] Filloux, Jean Claude, “La Personalidad”.Eudeba. Bs.As. 1967
Para reflexionar:
¿Como caracterizarías la personalidad básica que genera nuestra cultura?

domingo, 1 de junio de 2008

el rol de la educación en la génesis de lo humano

LA PARADOJA DEL HECHO HUMANO.

La condición de inadaptado que presenta el neonato de la especie humana es lo que lo convierte en el animal superior.
Portmann ha dicho que el recién nacido es un “nidífugo privado de medios, y en consecuencia dependiente”. En efecto: el recién nacido humano se diferencia de los monos antropoides porque su nacimiento es fisiológicamente prematuro. El hombre no alcanza el grado de desarrollo sensorio-motriz que presenta un mamífero superior en el momento de su nacimiento hasta pasado por lo menos un año de vida.
Mientras que el cerebro de un chimpancé al nacer, alcanza el 70% de su tamaño adulto y definitivo, y el 30% restante lo alcanza rápidamente (en un año), el recién nacido humano tiene apenas un 23% de su tamaño cerebral adulto, no llegando a su pleno desarrollo hasta los 23 años aproximadamente.
Esta retardación marca un verdadero límite entre el animal y el hombre: la neotenia, o sea, la conservación de los rasgos infantiles y juveniles que se prolongan durante la vida adulta.
Además, esta inmadurez biológica tiene una consecuencia incalculable: el acortamiento de la existencia intrauterina, hace necesaria la presencia del “útero social”, compuesto por los adultos que rodean al niño y que garantizan su supervivencia. Es durante este largo proceso de maduración cerebral que se prolonga hasta la vida adulta, en que el niño se va apropiando lentamente de los saberes que su cultura ya posee y domina: lenguaje, pautas de comportamiento, manejo de herramientas, etc.
La cultura, patrimonio de información constituido por saberes teóricos y prácticos: reglas, normas, valores, de un grupo social, es algo transmitido, aprendido y compartido.
Por eso es que la neotenia, esa larga infancia e inmadurez cerebral, es factor determinante en el proceso de hominización. Pues hay mucho tiempo y posibilidades para aprender y ser enseñado, y para construir un acervo con todos los saberes que se fueron acumulando de generación en generación y que se van transmitiendo como herencia social.
Al mismo tiempo el cerebro va siendo “moldeado” por la cultura y los aprendizajes. Cada zona cerebral se va haciendo cargo de comandar diferentes funciones. Así, -por ejemplo-a lo largo de la cisura central de Rolando, se proyecta una representación cerebral de la mano. Y en el hemisferio izquierdo se ubica el centro de Broca, que comanda la función del lenguaje. Pero estas funciones no surgen por sí mismas en el individuo; es necesario que sean activadas y suscitadas desde fuera, por el aprendizaje y la vida en sociedad.
El desarrollo del neocórtex en los primates y el hombre determinó un acopio de neuronas extra, utilizables en actividades superiores de integración, tales como desarrollo perceptivo, memoria, solución de problemas. Estas zonas del neocórtex llamadas “áreas de asociación” se relacionan entre sí formando redes sinápticas muy complejas y posibilitan que el cerebro actúe como un sistema funcional único, capaz de dar respuestas originales e innovadoras. Es lo que permite que el hombre haya podido pasar del programa innato de comportamientos –típico de la vida animal- a la estrategia inteligente.
El programa constituye una organización predeterminada de acción. El programa no improvisa ni innova. La estrategia, en cambio, es abierta, afronta lo imprevisto, realiza innovaciones y desvíos.
La inmadurez cerebral, condición del aprendizaje humano, y el lento proceso de maduración, permite una internalización de la cultura en la que el individuo está inmerso: internalización del lenguaje, procedimientos técnicos, arte, valores, creencias, e ideas.

Para reflexionar: vincula el texto anterior con el siguiente

Selección de pasajes del libro “Filosofías de la Educación” de Octavi Fullat.
“Comenzamos constatando que no resulta factible separar origen del hombre y estreno de la educación. La faena educadora se muestra pegada al ser humano. Si educar es, cuando menos, transmitir información y habilidades que no se traspasan con el código genético y además nos ponemos de acuerdo en definir al hombre como aquel animal que produce informaciones y engendra habilidades que no se heredan biológicamente, tendremos que paideia y antropos forman dos perspectivas de una sola realidad. La educación pudo haberse iniciado, de tal guisa, hará más de tres millones de años.”
“La educación es inmemorial, como el ser humano. Pero, estimo que ni una ni otro se pierden del todo en los arranques primeros de lo vivo. Se plantaron ambos, paulatinamente cuando hicieron aparición los utensilios para modificar el contorno y las interpretaciones con que se captaba el mundo”
“El ser humano es tan enrevesado y múltiple que, de tomarlo en serio, sólo permite el análisis. Únicamente en broma y en plan jocoso puede intentarse una síntesis de él. Ensayo a continuación una manera de ostentar mediante gráfico la exuberancia semántica e igualmente referencial del término hombre. la educación, no solo forma parte de tan rico conjunto, más también lo subsume entero desde la perspectiva funcional”

“Sucede además, que la manifestación de lo humano señalada como lo educando, recoge y recapitula el resto de manifestaciones con la función de entregarlas a los recién llegados haciendo posible, de esta suerte, la continuación de la estrambótica especie humana. (...) porque educación es hombre y hombre es educación. El ántropos no está definido, cerrado, finiquito,...”

“El aprendizaje que promueven los educadores no se lleva acabo sobre el vacío o sobre un material neutro, sino sobre conductas programadas genéticamente a lo largo de millones de años. (...) Lo aprendido o adquirido durante la historia individual u ontogénesis está genéticamente programado en cuanto posibilidad a realizar. Que se lleve a la realidad o no, depende del medio ambiente.”

“Educar es producir al ser humano. El hombre, tanto individual como colectivamente, está siempre por hacer, no así un cerezo o una lagartija. Uno y otro están ya pre-fabricados, la circunstancia en que hacen su aparición concretará sus potencialidades génicas (...) El individuo animal es, y sólo puede ser, lo que le ha tocado en suerte. Él nada pone.(...)Lo del hombre constituye esquema a parte. El ser humano desde que comenzó a exhibirse está ahí sin saber muy bien qué hacer con su carne, con su mente y con su futuro. Porque el hombre, éste sí, tiene futuro y no llega prefabricado del todo. El anthropos es el zoon de la paideia”
“El delfín es educable y el elefante también. Pero ni uno ni otro son educandos. La educandidad es prerrogativa humana. La educabilidad, en cambio, es cosa de todos los brutos. El tigre del circo ha quedado educado, según pautas de la especie humana, simplemente porque era educable. El hombre, o se educa o queda en bestia visible y patente. Lo específico del hombre no reside en que pueda educarse -también pueden el chimpancé del circo y el can familiar- sino en que tiene que educarse. Nos encontramos delante del zoon de la paideia.
“La paideia griega, como advierte Jaeger, fue a la vez civilización, cultura, tradición, literatura y educación. El hombre es, originariamente, todo eso de forma concurrente. El cultivo humano constituye educación. Esta es, pues, antropogenética.
Proceso educador y antropogénesis constituyen fenómenos totalmente inseparables. Uno no se da sin el otro.”
“Al hombre se le entiende como tridimensional -naturaleza, cultura y núcleo antropológico específico-, pero su realización es obra del trabajo educador.(...) Cultivo y cultura producen lo humano, y no el despliegue de
lo natural (...)El hombre es hacerse hombre, es educación”
“El ser humano es humano porque es Homo Sapiens, Homo Loquax, Homo Faber, animal que piensa, que habla y que trabaja: es decir, porque es bestia de sociedad humana.
Pues bien, la cultura impregna, no importa qué sociedad humana.
Una cultura está configurada por un conjunto de moldes, de conocimiento y de conducta, que pasa a los cerebros de los educandos gracias a la habilidad de los educadores, los cuales se hallan inscritos en las diversas instituciones sociales, por ejemplo, en la familia y en la escuela”
Hombre: animal educando.

orígenes del hombre según la biología

EVOLUCIÓN.
“Todo el animal está en el hombre, pero todo el hombre no está en el animal”
Lao Tsé
Admitida la existencia de un proceso evolutivo, podemos distinguir dos grandes períodos: la evolución pre-biológica, en la cual la materia inerte se transformó en materia orgánica y esta se agrupó para formar estructuras más complejas, y la evolución biológica que se inició en la más sencilla de las células, y que ha comprendido todo el desarrollo capaz de llegar a transformarlas en todos los seres vivos -vegetales y animales- que pueblan el planeta.
A estos dos grandes períodos debe agregarse una tercera fase en el proceso evolutivo: la evolución cultural o psico-social, característica de la especie humana.
La idea de evolución implica transformación y cambios. Devenir y desarrollo. Es palmariamente opuesta a las concepciones fijistas que defienden lo inmutable. Por el contrario, sustenta una visión de la realidad como proceso, cambio, intercambio e innovación.La evolución es pensada como un proceso de organización y diferenciación compleja, que promueve por su crecimiento y desarrollo la variedad de formas inorgánicas y orgánicas, incluida la complejidad cerebral del hombre .
Tanto Darwin como Wallace, admitieron con claridad, que las especies varían y se diversifican, dando origen a otras nuevas. Esta evolución tiene lugar por medio de un mecanismo de selección natural.
Partiendo de la base de que la población de cada especie crece en progresión geométrica mientras que los recursos alimenticios crecen en proporción aritmética, los seres vivos se encuentran en una situación de lucha por la supervivencia. De esta lucha sobreviven los más aptos (selección natural) garantizándose alimento y descendencia.
La obra de Charles Darwin: “El origen de las Especies”, publicada en 1859, tuvo enorme repercusión, pues estaba respaldada por cinco años de investigación en distintas partes del mundo. El punto central de dicha teoría consiste en que toda especie viva procede de la transformación de otras anteriores, cuya causa es la lucha de los individuos por la existencia y la supervivencia del más apto.
Gregory Mendel, luego de variadas experimentaciones con semillas, elabora las leyes de la genética, que complementan la teoría de Darwin.
Con la fecundación se produce una recombinación genética que garantiza a cada individuo su carácter único y diferente. Esta combinación de caracteres que se produce al azar, promovida por la sexualidad, cada tanto genera mutaciones. En algunos casos, estos cambios genéticos generan individuos mutantes que resultan ser más capaces de sobrevivir en su medio, que sus antepasados. Estos serán quienes sobrevivirán, transmitiendo esta superioridad a su descendencia.
De este modo, es la selección natural el factor que dirige y orienta el proceso evolutivo.

CEREBRALIZACIÓN.
El proceso evolutivo, evidencia a su vez, un proceso de cerebralización creciente.
Según Paul Chauchard, el hombre no es un ser completamente aparte, ocupa su lugar en la serie animal,es un mamífero, es un primate muy próximo a los monos antropoides. Pero su superioridad indiscutible radica en su cerebro.
Entre los mamíferos es un ser bastante poco diferenciado y poco adaptado. Existen animales mejor armados para la carrera, para la caza, y para la defensa.
Pero la superioridad del hombre proviene de que es el animal con el cerebro más complejo: carece de alas, pero inventa el cohete o el avión.
Toda la evolución señala un proceso de cerebralización creciente. Y el hombre constituye el punto máximo de la complejificación cerebral.
El comportamiento de un animal unicelular es muy reducido. Hay que esperar a la aparición de ganglios cerebroides en los gusanos para que aparezca una actividad instintiva. Pero la inteligencia no se desarrolla realmente hasta que no llegamos a las aves y los mamíferos, y dentro de estos se alcanza el máximo en los primates.
Dentro del grupo de los primates, el cerebro humano manifiesta el grado máximo de complejidad y coeficiente de cefalización (relación entre el crecimiento corporal y cerebral). El progreso cerebral humano consiste principalmante en un desarrollo creciente de la zona prefrontal. Esta zona ocupa el 12% de la corteza cerebral en un mono común, y el 29% en el hombre. La expansión del neocórtex en el primate y el hombre determinó un acopio de neuronas extra, utilizables en actividades superiores de integración tales como: desarrollo perceptivo, memoria, solución de problemas, procesos anticipatorios, etc. Constituyen las llamadas “áreas de asociación” del neocórtex, que carecen de proyecciones sensoriales y se relacionan solo entre sí, formando redes sinápticas
Lo más importante para la inteligencia no es el peso o el tamaño del cerebro, sino la complejidad de las redes sinápticas. Y estos circuitos dependen del número de células que lo integran y de la capacidad para efectuar las interconexiones, capacidad que permite el funcionamiento del cerebro como un todo. Luria entiende que toda forma compleja de conducta depende de la actuación conjunta de estructuras localizadas en diferentes zonas del cerebro. Es el sistema lo que cuenta, y no sus elementos aislados.
El cerebro funciona como un complejo y plástico órgano funcional, articulable de muchas maneras y no en forma de respuestas rígidas
El hombre es la culminación de un proceso ascendente de cerebralización. La historia de la vida, el proceso evolutivo en su conjunto, marca un perfeccionamiento creciente del ser vivo. Las especies son cada vez más cerebralizadas y el hombre aparece como el punto culminante de este proceso.
Lo esencial del proceso de hominización consiste en unas mutaciones que producen especies con un cerebro cada vez más rico en neuronas.
Pero el cerebro no da más que la posibilidad de ser humano, se necesita además que el individuo aprenda a usarlo, aprendizaje que solo lo garantiza la vida en sociedad.
(De “Módulos de Filosofía a Distancia”. Langón y Bertolini)

Para reflexionar:
Explica la afirmación de Lao Tsé que encabeza este texto